Trabajando con el báculo al «modo Harwe» (2): usos

En la anterior entrada hablé de cómo empecé a buscar un báculo para incorporarlo a mi práctica pero, como puede que hayáis notado, hasta ese momento no tenía ni idea de cómo usarlo. Simplemente iba siguiendo una voz interior (que luego identifiqué como una Divinidad). No fue hasta meses después que empecé a utilizarlo e integrarlo en mi práctica, siempre siguiendo mi intuición. En esta entrada, me gustaría explicaros qué he terminado haciendo con dicha herramienta y cómo la he incorporado a mi práctica.

Cuando lo tuve en las manos por primera vez, mi instinto me decía que con el báculo tenía que golpear el suelo, como si se tratara de un instrumento musical. Soy muy dada a incorporar percusión y canto en mis rituales, y considero que la voz es una de las herramientas mágicas más potentes que hay, así que siempre que hay ritmo me arranco a improvisar algo. El resultado me pareció muy agradable y me llevaba rápidamente a un estado de trance ligero, aunque no obtuviera el sonido que normalmente puedo tener con un tambor.

Habiendo probado varias veces, ya me planteé documentarme, porque necesitaba comparar mi experiencia con la de otras personas. Así, llegué al chamanismo saami y, de ahí, al chamanismo nórdico, donde encontré varios títulos muy interesantes, entre ellos mi bienamado «Seidr: the Gate is Open» de Katie Gerrard, que ya he mencionado en mi blog en más de una ocasión (y del cual debería hacer una reseña, sin duda). En esta obra se analiza una parte de los Eddas que hace una velada referencia a un ritual de corte chamánico que conlleva el golpeteo sobre la tierra con un palo. También me recordaba a rituales irlandeses asociados a Brigit (más bien Santa Brígida) que había tenido la oportunidad de estudiar en años anteriores. También me llamaba la atención el hecho de que me recordara a un palo de cavar, una herramienta que se usa para plantar, y la asocié rápidamente a despertar aquello que vive en la tierra.

Sin embargo, sentía que, a pesar de que el trabajo tenía mucha coherencia en general, me faltaba uno de los elementos más importantes: la tierra en sí. Yo vivo en la ciudad, vivo en un bloque de pisos, no tengo mucha oportunidad para desplazarme al campo y hacer esto en un lugar público me parecía medio raro, así que me las ingenié para llenar un recipiente con tierra y probar a golpear. El resultado fue muy potente a nivel de ritual y, además, amortiguaba el golpe, por si a mi vecino de abajo le parecía inoportuno oír el repiqueteo de mi báculo en el suelo.

Con los meses, volví a la ciudad que me vio nacer y ahí me vi, al tiempo, teniendo que hacer una visita muy desagradable al cementerio. El camposanto de Sevilla es muy monumental y muy agradable para pasear y, además, en él están enterrados muchos de los miembros de mi familia, así que se me ocurrió hacerme con un poco de tierra de allí para completar mi práctica. Sé que la tierra de cementerio tiene mala fama, pero creedme, no es el ingrediente en sí, sino la intención lo que marca la diferencia. De manera que agregué la tierra de cementerio a la mezcla y ahí sí que logré tener el resultado que quería: una conexión muy fuerte con mis Ancestros, de manera que toda la historia de mi trabajo con el báculo, desde su creación hasta su uso, habla de rituales de conexión con mi pasado (incluyendo mis antepasados), y que hacen que yo sea quien soy.

No solo uso el báculo para «despertar a mis muertos», o para llevar el ritmo en trabajos de corte chamánico. También lo uso para apoyarme durante el trance, porque por muy ligero que sea, siempre es bueno contar con un apoyo. Encuentro que, a nivel simbólico, el báculo es una representación del árbol de la vida, lo cual va perfecto cuando estás viajando entre mundos. Cuando no quiero centrarme tanto en los Ancestros, muchas veces omito el uso de la tierra y solo me agarro al báculo. Otras veces lo uso para trazar símbolos que he ido aprendiendo por mi periplo de caminante de mundos, y que forman parte de mi Gnosis personal, para señalizar claramente adónde me dirijo, si bien la mayor parte del tiempo no los necesito. También lo uso para trazar símbolos de protección o cualquier otra cosa que se me ocurra, no tengo una práctica fija y «toco de oído»: aún estoy experimentando y me parece que así seguiré durante mucho tiempo. En definitiva, lo utilizo también para dirigir energía, de la misma manera que utilizaría una varita.

Como conclusión, mediante estos dos artículos dedicados al báculo quisiera abrir la mente de aquellos que no se han planteado usarlo como algo más que como una señal de «poder», «soberanía» o «status». Yo misma, hace pocos años, le veía poca utilidad y ahora no comprendo cómo no lo usé antes. Como caminante de mundos, que es como me defino, pienso que toda persona que disfrute de este tipo de trabajo puede beneficiarse del uso de esta herramienta para caminar entre las diferentes realidades que existen.