Elecciones de brujo/a

Conste que no estoy hablando de ningún partido político. 😛

A finales de 2013 tuve un «momento oh my God». Suelo llamar así a las conclusiones que de pronto marcan o cambian tu vida, porque te das cuenta de algo, ves algo que de repente te lleva a un cambio, pues acaba desembocando en un cambio de hábitos o de estilo de vida. Este cambio no tuvo que ver con mis creencias, así que, a riesgo de spoilearos el final, me gustaría tranquilizaros: sigo siendo correlliana.

El caso es que tuve el placer de toparme con una mujer cuyo lema es «no más excusas». Una mujer que no cree en la perfección pero que cree en hacer las cosas con el corazón, intentando llegar a sus metas con tesón y honestidad. ¡Justo lo que a mí me gusta de una persona! Lo llamativo de su aproximación, al menos para mí, era que ella no se conforma con soñar, ella se pone a trabajar muy duro en lo que quiere. Justo como me gusta a mí. Pero lo cierto es que, haciendo examen interior, me di cuenta de que yo me había pasado los últimos meses soñando sin trabajar realmente en mi vida, en mis ideas y en mis proyectos. Desde hacía un par de meses tenía mucho en la boca el dicho ése, «de desagradecidos está el mundo lleno», y sin embargo yo era la primera desagradecida para conmigo misma. Parece una estupidez estando en un camino espiritual que, precisamente, ¡trata sobre agradecer lo que se tiene! Digamos que mis Manolo Blahnik espirituales, aquellos zapatos de diseño a los que hacía referencia hace unos meses en otra entrada, se habían ensuciado por h o por b, pero en lugar de limpiarlos no hacía más que quejarme de que estaban sucios.

Y así llegó mi momento «Oh my God». Me dije a mí misma que esa nueva mujer que había entrado en mi vida tenía toda la razón. Y que es más, menuda mierda (con perdón) de bruja era si no era capaz de cambiar mi vida y si me pasaba el día quejándome. Había que cambiar el chip de nuevo, como ya lo había hecho con anterioridad: desembarrar mis zapatos de diseño (y aún así cómodos) con los que ando mi caminito, y de paso, obtener lo que me dé la gana y más en esta vida.

Me puse a trabajar en ello, que además me gusta mucho eso de ponerme manos a la obra, y cuál fue mi sorpresa al llegar a todavía más (si cabe) conclusiones y «Momentos Oh My God». Creo que cuando te pones a trabajar en ti mismo en serio, aunque cuesta porque crear un hábito es difícil por muy saludable que sea (y desde aquí saludo a todos los que después de las fiestas se han apuntado a hacer ejercicio), llegas a grandes conclusiones sin comerlo ni beberlo. Y así, en mitad de mis momentos diarios de agradecimiento, me di cuenta de la cantidad de abundancia que hay en mi vida. ¡No sólo en la mía, en la de todos! La gran abundancia de elecciones, de vías, de posibilidades, de potencial, de creatividad, ¡de maravilla! La diversidad de la que se habla cuando se dice eso de que la Divinidad se regocija en lo diferente, pues también creo que se regocija en la gran cantidad de cosas de las que somos capaces si nos atrevemos. Lo que pasa es que a veces con tanta posibilidad nos sentimos como un sábado por la tarde en el Carrefour después del día de cobro: todo es muy grande, hay muchas cosas y mucha gente, y al final acabamos mareados y abrumados por la inmensidad y la oferta que se abre ante nosotros. Como cuando intentamos centrarnos en buscar el precio marcado para la mayonesa de una marca concreta entre conductores de carritos kamikaze, música de villancicos, luces de colores, y una voz estridente que suena por el altavoz al mítico grito de «Señorita Carmen acuda a caja central».

Llegados a ese punto, mi reflexión final, lo que extraigo de este hilo argumental en el que una cosa lleva a la otra, es que siempre hay elección. Aunque parezca que la vida es una porquería porque tu vecino de arriba escupe las cáscaras de las pipas en tu balcón. Siempre tienes una elección y eso es lo que he recordado en estos días. Y echando la vista atrás, me doy cuenta de que siempre tuve elección, no ya ahora, siempre. Es más, hay cantidad de elecciones posibles y de formas de hacer las cosas. Hace unos años abandoné una relación sentimental que me desgastó tremendamente a nivel emocional, mientras me encontraba en una situación en la que parecía que no tenía elección. Y aun así la tuve. Creo que podría haber hecho las cosas de otra manera, más fácilmente, pero no me quejo porque al final conseguí salir de esa situación. Con esta situación económica parece que no tenemos elección, parece que las cosas están paradas y no se mueven, pero sí se tienen, siempre hay, no hay excusa para no seguir adelante y ser quienes queremos ser.

Creo que esa capacidad de tomar las elecciones y las preferencias como una forma de crecer como personas, de transmutar el ser, es lo que nos define como brujos. No tanto los hechizos o la magia para cambiar las cosas de fuera, sino la magia necesaria para cambiar las cosas que tenemos dentro. Conectar con nuestra realidad interior y transmutarla para hacer de nosotros lo que queremos y así cambiar nuestra realidad a nivel profundo, de forma que podamos aprovechar al máximo esta existencia que nos ha tocado vivir y que, desde luego, nos merecemos vivir felizmente. O eso es lo que yo extraigo…