Mapas y brujería

El sábado pasado estuve en Madrid y aproveché la mañana para irme de museos. Estuve en el Reina Sofía un buen rato, viendo las diferentes obras, paseando, tomándomelo con tranquilidad. No soy una entendida en arte contemporáneo, aunque me gusta, y por supuesto tiene un efecto en mí, que creo que es lo que busca cualquier artista con su obra (así que, por esa parte, objetivo conseguido).

Me paré un buen rato en la sala 104.07, titulada «El mapa no es un lugar», donde se exponen algunas obras que tratan el tema de la cartografía y la representación gráfica de territorios y lugares, y me dio mucho en que pensar. Es una sala blanca con la representación gráfica de un mapa de América del Sur, bien grande, en rojo. Según el propio museo:

El cuestionamiento de la cartografía y la revisión del concepto de territorio son preocupaciones comunes a numerosos artistas latinoamericanos del periodo. Utilizado como instrumento de dominación desde la Edad Moderna, el mapa establece fronteras entre los territorios y prescinde de las personas que los habitan. La cartografía ofrece una representación simbólica del espacio, pero para entender el paisaje en sus dimensiones sociales, históricas, culturales y afectivas es preciso hablar de lugar, del espacio experimentado por un cuerpo físico e informado por la vida cotidiana, los saberes ancestrales y las narrativas históricas y locales, y de la tierra.

En mi trabajo con el territorio dentro del marco de la brujería, siempre he sido muy aficionada a hacer mapas. No tanto para definir, sino para encontrar patrones en ellos. Por ejemplo, para ver si las corrientes de agua hacen esta o aquella forma vistas desde arriba, de cara a ayudarme con el trabajo con ciertos espíritus elementales. O para ver dónde hay confluencias naturales de esta u otra carretera, que en realidad eran antaño calzadas romanas, en el caso de ciudades muy antiguas, porque las carreteras suelen estar asociadas a cultos antiguos. Soy una persona muy visual y me ayudan como punto de partida, aunque no suponen la base de mi práctica (por supuesto).

Sin embargo, en aquella sala del Museo me di cuenta de que un mapa, efectivamente, no es un lugar. Es una representación gráfica, normalmente de una extensión de territorio muy grande, que realizamos para ayudarnos, porque es imposible tratar un territorio grande de una manera eficiente si no lo encajamos en una forma determinada, que ayude a nuestro cerebro a conceptualizar. Pero, a la postre, un mapa no deja de ser un símbolo, como el signo lingüístico, que no contiene la realidad del territorio en sí.

Ojú, ya me he puesto pedante. Lo sé.

Un mapa representa cosas, pero no ES la cosa a la que representa. Para empezar, el mapa está en dos dimensiones, mientras que el territorio está en cuatro: la tridimensionalidad, más el marco temporal, mínimo, para tratarlo según los términos humanos. Si ya nos ponemos a ir más allá, podemos encontrar tantas dimensiones como planos de existencia tengamos a bien conocer y emplear. Por otra parte, el mapa suele estar muy distorsionado, precisamente porque está (o suele estar) en dos dimensiones cuando lo vemos como representación gráfica. Esto parece, a priori, una tontería para un practicante de brujería con el territorio, pero en realidad tiene mucha influencia en cómo concebimos un lugar, porque tendemos a equiparar la representación gráfica y, a veces, la división política del mapa como una manera lícita de dividir un territorio, olvidándonos del aspecto orográfico del mismo, que tiene mucha influencia en cómo tratamos con ello a nivel espiritual.

Para ilustrar esto, voy a poner como ejemplo la provincia de Cádiz. Este es su mapa:

Fuente: Instituto Geográfico Nacional

Vemos en el mapa lo que suponen las fronteras políticas de esta provincia y, sin embargo, casi se obvia la múltiple naturaleza de este territorio, a pesar de que estén sombreadas las montañas. Cádiz tiene bosque, sierra, cenagales, campiña, está bañada por dos mares diferentes y es el territorio más meridional de toda la Península Ibérica, lindando por poco con África, de la que solo la separa el mar. Nada de esto viene en el mapa. En la representación gráfica, tendemos a tratarla como una entidad completa, aunque quien viva allí sabe que no es lo mismo estar en Alcalá de los Gazules, que en Algeciras, que en Sanlúcar de Barrameda. Son tres lugares completamente diferentes en términos de orografía y situación.

Por tanto, el tipo de tratamiento a nivel espiritual a estos territorios son diferentes. En las zonas de sierra, por muy cerca que se esté, la gente puede que tenga, en términos de práctica y cultura, más en común con poblaciones serranas de Málaga (la provincia que está al este), que con alguien que viva y se haya criado cerca de la desembocadura del Guadalquivir (al oeste de la provincia).

Así pues, creo que el mapa es una herramienta útil, pero hay que tomarla con pinzas cuando trabajamos con brujería del territorio. Muchas veces es una división política y, en todos los casos, es un concepto, no es el lugar. Por supuesto, nos puede ayudar, pero no hay que tomarlo como una realidad y, por mucho que seamos capaces de salvar largas distancias con los medios de transporte modernos, creo que es más efectivo volver a una regla sencilla, que es la que personalmente siempre defino como «un territorio» (aunque esto es muy personal, repito): la distancia que puedo cubrir en un día a pie desde un determinado lugar. Más allá de eso, el lugar se vuelve macro, necesitamos conceptualizar mediante mapas para cubrirlo y puede que, por el camino, perdamos un poco pie de lo que es el trabajo con el territorio a nivel micro, que es lo que muchas veces nos interesa al trabajar con un determinado territorio y sus habitantes (ojo, no solo las plantas, que ya sé que nos interesan mucho, sino que también la gente que lo habita importa).

También hay algo más: a veces, las prácticas trascienden los mapas, especialmente gracias al comercio. Recientemente he empezado a leerme un libro muy interesante sobre el culto a Astarté en Reino Unido, que parece ha existido desde antes de lo que se creía. Incluso se han encontrado altares dedicados a esta diosa en latitudes tan septentrionales como Escocia. Si nos centramos en el mapa de Andalucía, por ejemplo, podríamos pensar que el culto a Astarté solo ha existido aquí. Si nos ceñimos al Mediterráneo y usáramos su orilla como referencia, podríamos decir que Astarté es una diosa presente en este mar. Por tanto, depende de qué mapa utilicemos tendremos una versión de la historia u otra.

Como veis, el tema es interesante y complicado, porque muchas veces necesitamos el concepto para intentar tomar decisiones, pero hemos de ser conscientes de que no estamos tratando con un mapa, sino con un territorio, que está vivo, que cambia, y al que, en muchas ocasiones, somos nosotros mismos los que le hemos puesto una representación gráfica que no siempre se ajusta a su realidad.

Para saber más:

  • Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid, España): https://www.museoreinasofia.es/coleccion/sala/sala-10407
  • From Ishtar to Eostre: Reframing the Near Eastern Origins of an Anglo Saxon Goddess, por Steff V Scott.