No deja de maravillarme el interés que suscita la figura de Lilith últimamente. Creo que, en esto, está teniendo mucho que ver el resurgir de la temática sobrenatural en las ficciones extranjeras (Sabrina, Lucifer, American Gods, entre otras) que, aunque ha estado presente en años anteriores, quizá no se estaba manifestando de manera tan evidente como en los últimos cinco años.
La apariencia de Lilith, en casi todas estas ficciones, es muy parecida a la de una mujer con capacidades psíquicas, afín a la práctica de la brujería, que vive en el mundo contemporáneo porque, a pesar de su origen humano, ha logrado la vida eterna a base de sus trapicheos con algún ángel caído. No pongo series concretas para no hacer spoilers. A mí me hace gracia y me parece que da mucho juego esta concepción pero, a la que lees un poco sobre la tradición judía y, sobre todo, mesopotámica, te das cuenta de que no es oro todo lo que reluce, ni todo demonio sumerio resulta ser una mujer sensual. Pero estos aspectos de Lilith son bastante poco conocidos porque la mayoría de los paganos no nos hemos parado a analizar la figura de Lilith a nivel antropológico, más allá de su simbología evidente. Es decir, al ser criaturas contemporáneas, vemos a Lilith a través del filtro de la cultura actual y no nos paramos, en muchas ocasiones, a verla con ojos mesopotámicos.
Me quisiera centrar, sobre todo, no en la famosa tradición ejemplarizante de origen hebreo, que habla de que Lilith era la primera esposa de Adán, bla bla bla, porque en realidad esto es una forma de señalar a la mujer judía que tenía que obedecer a su esposo (no es solamente el acto de estar debajo durante el acto sexual, sino de estar debajo en todo caso, en todo acto de la vida conyugal); sino más bien en la historia que se cuenta sobre Lilith como espíritu que se lleva a los niños en la cuna. Veréis que no me refiero a ella como demonio porque, en la actualidad, este término no tiene el mismo significado que tenía en la Antigüedad: la palabra demonio viene de daemon y simplemente significa espíritu. Es la cultura judeocristiana la que le da una dimensión peyorativa a esta palabra, por tanto, me niego rotundamente a llamarla demonio, porque, para mí, Lilith es una entidad mesopotámica que llega a la tradición judía como ejemplo de un elemento extranjero con el que inculturizar a las esposas israelitas.
Lilith significa «espíritu del viento» (vemos la palabra «Lil» de nuevo en el nombre del dios Enlil, esto es, «Señor del viento») y está asociado a la noche porque, en las culturas antiguas de Mesopotamia, se la consideraba un espíritu vinculado al síndrome de muerte súbita del lactante, entre otras cosas. Este síndrome, tristemente frecuente entre niños de 0 a 2 años, hace que los niños fallezcan sin causa aparente mientras duermen. Cuando no hay explicación para una enfermedad o para un fallecimiento, es normal que la gente achaque esta pérdida a circunstancias que les permiten explicar lo que ha sucedido, de cara a hacer su dolor más llevadero.
Las madres, por obra y gracia de las hormonas, somos muy propensas a echarnos la culpa por casi todo lo que sucede con nuestros hijos. Es un mecanismo de la naturaleza para asegurarse de que la criatura está bien atendida, de que nos hacemos responsable de ella, pero, ¿qué sucede si tu criatura muere y eso está fuera de tu control? En este caso, las culturas del creciente fértil tenían a la figura de Lilith. Esto daba una explicación a esa madre y a esa familia, para la cual la pérdida de un hijo lactante tenía que ser una verdadera tragedia.
El hecho de que exista semejante figura me habla de una entidad tremendamente compasiva y maternal, que sirve de consuelo a esa madre que ha perdido a su bebé lactante. Hay que pensar que, al ser la lactancia materna lo habitual en una cultura antigua, ese niño o esa niña todavía era un lactante, aún era «un bebé». Lilith tiene una función, de esta manera, muy parecida a la de otros tantos psicopompos de las culturas paganas, solo que, en este caso, su función es específica para las almas de los niños de pecho.
Cuando esto da el salto a la judeocristiandad, Lilith acaba siendo madre de los Lilim, pero, ¿acaso no serían los Lilim la visión distorsionada de todos esos niños que morían en sus cunas, mientras dormían plácidamente? La visión judeocristiana no solo considera impuro a este espíritu, sino que condena a los inocentes y los demoniza, por el simple hecho de no haber llegado a los tres años de vida. Me parece cruel, pero también es necesaria esta función, que se lleva a cabo para adoctrinar a las esposas israelitas sobre lo que es una buena mujer de su casa. Al igual que se elimina de sus escrituras toda referencia al politeísmo anterior al Judaísmo. No olvidemos que las culturas de Oriente Próximo, pese a lo que nos cuentan sus libros sagrados, inicialmente tenían unas creencias politeístas muy parecidas a las de sus vecinos, pero de las cuales renegaron, reescribiendo su Historia como pueblo elegido a pesar de la evidencia de que su origen era politeísta. Tenéis más información sobre esto en este artículo sobre el origen del Judaísmo y el Cristianismo que escribí hace ya tiempo.
Así que, al próximo que me señale solo el carácter sensual y sexual de Lilith, pienso preguntarle qué tal le va con su carácter maternal, parecido al que exhibe Ereshkigal en el mito sumerio, porque pienso que ya va siendo hora de ver al espíritu completo, y no solo lo que Netflix nos quiere hacer ver. Aunque sea muy entretenido.
Más sobre esto:
– La llamada interior, la Lilith interior.
– Relato de una caída al inframundo: cómo integré el descenso de Inanna en mi vida durante un año.
– Más allá de la cristianización de las fiestas paganas.
– (podcast) Mitología cananea: el verdadero origen de la Biblia.