Relato de una caída al Inframundo: cómo integré el Descenso de Inanna en mi vida durante un año

En esta ocasión quisiera relatar cómo he integrado el mito del Descenso de Inanna en mi vida durante un año completo, las razones que me llevaron a ello y las conclusiones que he sacado. No os imagináis lo mucho que me ha costado escribir esta entrada, pero siento que era hora de compartirlo con vosotros. Es una experiencia muy compleja de la que no puedo hablaros en su totalidad, no porque no quiera, sino porque me resulta imposible plasmar en una entrada todo lo que ha conllevado.

Dejé caer las razones en la entrada del año pasado en la que hablaba de Lilith: creía que había dejado partes de mí bajo la alfombra que me estaban causando mucha desazón. Me estaba dando cuenta de lo necesarios que eran ciertos cambios en mi vida para poder dar paso a lo nuevo en todos los sentidos. Así que decidí, voluntaria y conscientemente, abrazar el mito del descenso de Inanna. Hice un ritual para sintonizarme con el mismo y la llegada del periodo de oscuridad e introspección fue inmediata. Durante dicho tiempo he realizado mucho trabajo meditativo, pathworking, reflexión y, finalmente, he realizado acciones sobre aquellos elementos que identificaba como susceptibles de cambio o mejora.

He necesitado muchos momentos de soledad para llevar a cabo todas estas reflexiones y cuestionamientos internos. En general, estar solo en esta sociedad es difícil y está mal visto, porque encontrarnos con nosotros mismos impone. Pero, a la vez, me empecé a dar cuenta de que, por ese miedo a la soledad, había perdido la oportunidad de hacer lo que yo quisiera y ahora me moría de ganas de recuperar el tiempo, pero, ¿cómo hacer lo que tú quieres si nunca te has permitido hacerlo? ¿Qué quería yo en realidad? Me asaltaban muchas dudas y no tenía respuesta para ninguna de ellas. Me sentía un fracaso como persona, como si fuese una carcasa vacía llena de pensamientos y valores ajenos.

Preguntarte quién eres en realidad y cuestionarte tus elecciones a un nivel tan profundo ha sido casi como si estuviera muriendo como individuo. Es aterrador darse cuenta de por qué escogiste ciertas cosas y de todas las limitaciones autoimpuestas que has ido aceptando. Más aún cuando se supone que eres sacerdotisa del mar y buceas por tus sombras, y hasta tienes un título que te acredita como tal. Os podéis imaginar que el choque de mi ego contra el suelo se oyó en Albacete, dándome cuenta de que no había aprendido a ese respecto. Obviamente, todos los que estamos en este camino asumimos que nunca se sabe lo suficiente sobre uno mismo, pero algunas veces está bien que nos lo recordemos.

Lo bueno de tocar fondo es que ya solo puedes ir hacia arriba. Cuando la soledad deja de ser urticante empiezas a encontrar cosas buenas. Uno de mis más grandes descubrimientos ha sido el darme cuenta de que soy capaz de establecer límites claros cuando una situación me parece excesiva. Y ha sido a través de la toma de conciencia de dichos límites cuando me he dado cuenta de cuáles son mis valores centrales: aquellos que me rigen de verdad, que constituyen el eje en torno al cual se construye una personalidad y desde los que se toman las decisiones más importantes de la vida.

A partir de ahí, he podido reconciliarme con la persona que soy y con las elecciones que he tomado. He concluido que lo he hecho lo mejor que he podido en las circunstancias y con el conocimiento que tenía en cada momento. Al final, me he dado cuenta de que mis valores han estado siempre presentes, solo que yo no era capaz de verlo.

Y menciono una reconciliación porque estaba muy enfadada conmigo misma, de ahí la desazón y la tristeza que me embargaban a veces cuando miraba hacia atrás. Me dijeron una vez que la tristeza no es más que enfado con uno mismo y lo encuentro muy cierto. La situación me recordaba a Lilith, cuando Wolfstein y Kramer dicen que está constituida <<por las partes de (Inanna) (…), que sienten miedo y fueron heridas>>, es decir, aquellas partes de mí misma que dejé atrás porque tenía que tomar una decisión difícil y así es el coste de oportunidad, no se puede tener todo en la vida. O quizá el meollo de la cuestión es que ya lo tenía todo y no me daba cuenta. En cualquier caso, ser bondadosa conmigo misma, tenerme paciencia y reconocerme como humana dentro de este mundo tan furioso y rápido, conocer mis limitaciones como persona, me ha llevado a sentirme en paz con todo lo que había conseguido, hecho y elegido. Y, a su vez, me ha llevado a hacer las paces con el resto de la humanidad, puesto que todos estamos en las mismas cuando se trata de elegir lo que pensamos que es mejor según las circunstancias que vivimos.

El relato del descenso de Inanna termina con la ira de la Diosa cebándose con su compañero. Puede que mi relación de pareja se haya llevado la peor parte de mi crisis de los treinta, que es lo que pienso que he desencadenado con toda esta caída voluntaria. La pareja es la persona que más cerca tenemos y con la que menos vergüenza sentimos, y, lamentablemente, la que se lleva todo lo malo en estas situaciones. Así que tengo que dar las gracias a la mía por estar ahí, como diría Samsagaz Gamyi, al final de todas las cosas. Mi Dumuzi particular encontró su propio sitio de honor en mi vida, no como Rey en mi trono, sino como ser independiente y Rey de su existencia. Creo que toda esta situación ha servido para que cada uno encontrara su lugar dentro de la pareja y de manera independiente.

Como conclusión, quisiera decir que soy muy consciente de que elegir estudiar y trabajar un mito como experiencia mistérica y vital, como yo lo he hecho, podría no haberme salido bien. También sé que he ido improvisando, lo cual lo hace aún más arriesgado. Es una decisión que tomé como persona adulta y responsable de mis actos, siguiendo una llamada interior. Hoy por hoy, lo volvería a hacer, pero no es una experiencia que recomiende o que considere divertida. Puede que otras personas se beneficien de otras historias y de otras enseñanzas, mientras que para algunos individuos este no sea un proceso beneficioso en absoluto. Personalmente, quisiera dejar aquí mi testimonio, por si a alguien le sirviera en algún momento, ya sea para hacerlo o como curiosidad. Estoy segura de que esto ya lo han hecho otras muchas personas, pero me ha parecido un tema interesante que sacar a la palestra, puesto que no se habla de este tipo de experiencias, si bien creo que la gente sí las vive, voluntaria e involuntariamente. Para mí ha sido algo positivo.