En un mundo en el que, cada vez más, y gracias a los dioses, nos interesamos por nuestras raíces paganas y precristianas, observo un aumento de términos generalistas como «español», «europeo» y sus derivados acompañando al término brujería. Pero, como siempre, soy amiga de decir lo impopular, y he decir que no soy muy partidaria de usar este tipo de términos-paraguas porque los considero muy reduccionistas, y más cuando estamos hablando de trabajo con el territorio al estilo de las brujas antiguas o «tradicionales».
El territorio de la bruja tradicional
Lo primero que he de comentar a este respecto es que la bruja «tradicional» de la antigüedad, aquella a la que estudiamos cada vez más, no trabajaba con un territorio muy extenso. Normalmente se limitaba a interactuar con lo que tenía a pocos días de camino en burro y, es más, se limitaba a trabajar con lo que tenía a poca distancia a pie, incluso estando a veces limitada al entorno de su casa. La revolución de los transportes es algo bastante reciente, aunque no nos demos cuenta de ello. El fenómeno de la amnesia social, estudiado dentro del ámbito de la Antropología Cultural y de la Psicología Social, nos habla de que el ser humano tiende a pensar que las cosas siempre fueron de determinada manera, y solo hay que observar obras literarias como La casa de Bernarda Alba para darse cuenta de que, la mujer, y por ende por la bruja, hasta hace muy poco tenía un papel meramente doméstico. La mayor parte de las curanderas ejercía en su propia casa. Negar esta realidad de la brujería es, en parte, negar uno de los objetivos de la lucha feminista, que es que las mujeres salgamos a la luz pública y dejemos de ser entes asociados al domus, al hogar.
Además de ello, el arte de la brujería era un oficio oculto. No se hacía a la luz pública. No era por la persecución del Santo Oficio ni mucho menos, sino porque estas prácticas eran (y siguen siendo) tabúes en la sociedad. Primero el tabú fue establecido por la Iglesia y con la llegada de la Edad Contemporánea, los nuevos dogmas religiosos se han convertido en los axiomas científicos. En ambos casos, la brujería se ve como algo fuera del establishment social, como parte de una práctica minoritaria y no-normativa.
Por tanto, la brujería «tradicional» era una práctica meramente local, con costumbres comunes en algunos puntos, normalmente muy cercanos geográficamente, como puede ser un pueblo y la localidad de al lado, y bastante oculta al resto de la sociedad. No ha cambiado tanto, con la salvedad de que ahora tenemos la posibilidad de viajar mucho más y de tener acceso a muchísima más información general de la que tendría una bruja de hace un siglo.
El error de usar términos supranacionales o políticos
¿Cuál es el problema, entonces? ¿Por qué creo que es un error decir «brujería española» o «brujería europea» y tratarlo como un ente con discurso y prácticas propias? Pues, como mujer andaluza, tengo que ver con un navarro y sus prácticas absolutamente nada. Las costumbres del Norte no son las mías, ni sus ciclos y, aunque me parezca preciosa la mitología en general de España y de sus pueblos, el territorio de Andalucía Occidental donde yo vivo no tiene nada que ver con Madrid. Es más, dentro de la misma Andalucía Occidental, el territorio, lo orografía, de Isla Cristina (Huelva) no tiene nada que ver con el Valle del Guadalquivir. Las plantas no tienen nada que ver, los ciclos no tienen nada que ver, las características de la gente no tienen nada que ver y, por seguir con estas tierras, incluso nuestras hablas andaluzas son tan variadas que no tiene nada que ver el habla de una persona que vive en Sevilla capital al de una que viva en Dos Hermanas. Y están a solo 12 kms de distancia.
Si la Lingüística, la Antropología, la Psicología, la Sociología y el sentido común nos dice que no existe tal cosa como una generalización y que, por tanto, no hay brujería tradicional española, ni ibérica, ni europea, ni andaluza, entonces, ¿qué estamos haciendo? La respuesta es sencilla: siendo hijos de nuestro tiempo. Nos estamos dejando llevar por los movimientos supranacionales porque están en el discurso imperante de la sociedad. Estamos tendiendo a aglutinar conceptos porque, ahora mismo, conviene a los poderes fácticos y a los mercados que consideremos, como pueblo, que pertenecemos a algo más, para que actuemos como si no fuésemos meras localidades, sino como si formásemos parte de una identidad cultural mucho más amplia. En otras palabras, estamos usando términos contradictorios, como «brujería del territorio» con una denominación política artificial. El territorio es local, pero esa entidad llamada «europea», «española», e incluso «andaluza», realmente es un constructo político. Esto lo hacemos porque nos dejamos llevar por el discurso imperante, sin pararnos a pensar en las implicaciones de cada palabra por separado, y de su significado juntas. La brujería, en mi opinión, debería estar fuera de eso, porque pertenece al ámbito de la tribu, no al de la nación, y menos aún al de la nación de naciones.
¿Qué pasa si alguien se dedica al estudio de la brujería dentro de un territorio como denominación política, y no como lo que viene siendo práctica con el territorio? Para mi gusto, lo ideal sería demarcar de dónde es originaria esa práctica, para no dar lugar a equívocos. Creo que tenemos, como divulgadores, una responsabilidad no solo utilizando buenas fuentes, sino también divulgando de manera responsable y aclarando de qué territorio estamos hablando, sobre todo cuando hablamos de prácticas con el territorio. Per se, no son malos los términos-paraguas cuando un divulgador es generalista, pero creo que debe mirar dentro de sí mismo y saber que tiene este sesgo. Y referirse a una realidad plural, más que presentar la información como una generalidad «real». Porque, en trabajo con el territorio, la generalidad es, de todo, menos real. Es un trabajo que requiere especificidad, estudio de la localización, y, sobre todo, un cariño que es imposible darle si estamos demasiado enfocados a un estudio más generalista, porque este abarcaría demasiado.
Para saber más:
- Caminando entre mundos: sanando zonas afectadas por desastres o accidentes (Harwe Tuileva, 15 de abril de 2017, 13 Lunas).
- Chamanismo transcultural (Harwe Tuileva, Podcast Paganos del Mundo).
Me parece una reflexión muy guay a tener en cuenta. Junto a mi hermano del alma, Bóreos, siempre hemos tenido especial cariño con el trabajo y el aprendizaje del entorno y todo lo que ello conlleva. Al final, te das cuenta de que nada está sujeto ni fijo a términos, vivimos sobre capas y capas de sucesos, historia, acontecimientos, corrientes de energía…. Y un sin fin de variables que sería imposible denominar con exactitud, porque a mi juicio están vivas. Y ya si nos centramos en la figura de la bruja como tal pues como bien dices muy ligada a labores o ejercicios sociales muy concretos ya bien sea por ocupación, por necesidad económica, por la sociedad de la época…. Un sin fin de cosas. Pero creo que la clave está como bien dices en saber identificar todo ello y comprender como un culto puede derivar de otro, aceptar sincretismos y entender cómo han afectado y siguen afectando lo que nosotros como sociedad hacemos o dejamos de hacer en el lugar donde vivimos…. (Aparte de lo que per sé ya tiene cada sitio que no es poco)
También creo que el término brujería ibérica, andaluza… Lo que sea, pretende de alguna manera referírse a eso que es tan poco tangible. Es complicado encontrar un término preciso, porque es un trabajo al que se le tiene que dedicar mucho (y yo hablo desde mi nivel usuario Moon, no me quiero ni imaginar ya puntos más pro) Me gusta que cada vez más esté en auge el concepto y es importante saber tratarlo de la manera que merece para no dejarnos confundir.
Gracias por el post!! Gracias por este contenido en nuestra comunidad hispano hablante 😍
¡Hola, guapo!
Definitivamente es complicadísimo encontrar un término «aglutinador», por eso, si te fijas, no los desecho, sino que llamo a la gente a que se dé cuenta de lo que usa y de cómo lo usa. ¿Que es contradictorio? Sí, pero así aparecen muchos términos en la Lengua.
En cualquier caso, que el término brujería esté en uso, que ahora nos centremos en volver a esas raíces, que inventemos nuevas formas… a mí me parece de lo más interesante. Me habla de unas nuevas generaciones que no se sienten empujadas por la masa de pensamiento, sino que tiene criterio propio, a pesar de los tabúes impuestos por la generalidad. Eso es muy bonito.
Y en eso estáis influenciando mucho, tanto tú, como tu amado (y mi amado) hermano del alma.
¡¡Te abrazo infinito!! Un besito y gracias por comentar. 🙂