Recuerdo rezar. Encomendarme a diosas conocidas, amables, cuyas caras familiares sabía que vendrían en mi busca en cuanto me sintiera caer. Sabía que flaquearía. Entoné mil canciones, esperando que vinieran a por mí, que me dieran la mano.
A cambio, me acogió una absoluta oscuridad.
Era como estar sumergida en un lago. No podía oír nada, no podía ver más que el interior de mis propios párpados. Aislada del mundo pero en contacto, sin duda, con algo. No eran las caras que esperaba encontrar en aquel lugar, pero sí me hablaba: «respira, si no respiras, morirás», me decía.
Entonces respiré, tomé todo el oxígeno que me cabía en los pulmones. Sabía que tenía que volver a sumergirme en la experiencia, así que lo hice.
Una y otra vez, volvía a tomar aire, y bajaba de nuevo. En cada zambullida figurada recordaba algo, como cuando vas a morir y ves pasar tu vida por delante. Como la pequeña muerte que fue sentir mi primer orgasmo. Mi primera iniciación, la forma en la que perdí contacto con todo lo que me rodeaba. O aquella ocasión en la que perdí el conocimiento: el bienestar que sentí en aquel estado liminal, sin preocupaciones, con la sensación de encontrarme en algo mullido y cálido, como líquido amniótico.
Como líquido amniótico.
A tientas, tomé una mano que me buscaba y empecé a nadar hacia la superficie. Subir fue un proceso duro, doloroso y lento. Y, al final, volví, con la sensación de ser una guerrera digna de que se cantaran gestas.
Pasaron los días, las semanas, los meses. Tiramos varios tacos de calendario, marcados por velas de aniversario en los que pintamos sonrisas en nuestras caras. Todos esos días están llenos de sol, repletos de la música de nuestra risa. Los dioses nos acompañan en nuestra vida, la bendicen. Y aunque de vez en cuando se asoma un nubarrón, ya no tengo miedo. Sé lo que me espera si alguna vez tengo que cruzar, he visto su cara, he visto a sus cuervos, me han graznado a la cara que respirara si no quería morir.
Pero sé que, cuando quiera hacerlo, me estará esperando.
Porque Ella entiende todos los misterios de la muerte. Rige todos los espacios entre lo que es y lo que no es, es el puente de la existencia entera.
Es más fuerte que los dioses.
La muerte es un concepto demasiado pequeño para definirla, porque es eterna.
Más allá de muerte, cuervos y guerras, Ella es Todo lo que Hay entre Todo lo que Existe.