Hoy te vi, al final del sendero que va de Chokmah a Binah. O me pareció verte, desde este lado del velo, emanada en esta esfera a la que llamamos realidad.
Estabas al final del camino, abiertas las manos, lúbrica y a la vez severa, piadosa y compasiva. El camino ante ti estaba llena de flores, un recuerdo de que lo que se encuentra en el Gran Abajo siempre acaba manifestándose en el Gran Arriba. Tú eres quien hace posible que se abran camino las tendencias naturales de cada uno y de la existencia, sacando a la luz aquello que yace más allá de lo que podemos ver.
Tú, que moras en los gusanos del poema de Baudelaire y en las flores de la Puerta entre la Misericordia y el Entendimiento.
Recuerda, alma, el objeto que esta dulce mañana
Charles Baudelaire, Una Carroña
de verano hemos contemplado:
al torcer de un sendero una carroña infame
en un cauce lleno de guijas,
Con las piernas abiertas, sensual, amante de toda la naturaleza. Siempreverde.
Tú, la atracción de los átomos del universo, la repulsión, acción y reacción.
Polvo de estrellas.