Cuando empecé en Wicca, allá por 2001, tenía un novio del que estaba muy enamorada. Cometí el error de contarle algunas de las experiencias que vivía gracias a los ejercicios de meditación, de trabajo con los chakras o de proyección astral que hacía. Me tomó por loca, así que dejé de practicar algunas técnicas (las más interesantes, por cierto) para centrarme en la meditación y la visualización. De esa manera, cerré la puerta a muchas experiencias de corte chamánico que he ido recuperando con el tiempo.
Una jovencísima Harwe de apenas diecinueve años, que acababa de conocer Wicca y que llevaba haciendo hechizos menores apenas desde los catorce, alucinó mucho con lo que aprendió al proyectarse astralmente, al hacer ejercicios energéticos o al observar maravillada cómo los deseos que lanzaba al universo se cumplían. Hasta que chocó con la realidad de las personas que no creen en esto, lo cual creó una herida muy profunda, porque supuso un choque de mis experiencias místico-mágico-religiosas contra lo que me había enseñado la sociedad que era bueno y verdadero. Y esa herida permaneció ahí, como un enanito verde que me estuvo repitiendo durante años cosas como: «Sí, practicas brujería, pero no lo digas a los cuatro vientos», «sí, pero toma las cosas de una manera estrictamente científica», «sí, pero lo que estás viendo/viviendo no es real, sino que está en tu cabeza». Es cierto que ver cosas, tener sensaciones súbitas o pensamientos incontrolables que luego acaban siendo certeros no es algo habitual o, al menos, no se consideran habituales, y a veces uno acaba pensando que está loco. Sobre todo al principio, uno se alucina mucho porque no sabe poner el filtro, y todos, en mayor o menor medida, aprendemos a callar lo que sabemos y lo que vemos. A todos aquellos que estéis pasando por esto, os digo que mientras no interfiera en vuestra vida diaria, y lo hagáis honradamente y de manera profunda, el pensamiento mágico no tiene nada de malo.
Lo más sorprendente para mí es que, a pesar de que entre paganos estamos como en familia, mucho de lo que sucede en estas experiencias sigue siendo tabú porque la marca, la herida, que deja ese escepticismo, que llega al paternalismo en algunos casos, del grupo externo es muy notoria. Debido a eso, muchas veces nos censuramos a nosotros mismos. Por poneros un ejemplo, he encontrado que, el viaje chamánico, algo relativamente normal en la comunidad por lo que estoy observando desde hace unos años, fuera de los círculos tradicionales chamánicos es bastante tabú. Pero voy más allá: la herida que deja la sociedad en nosotros es tan profunda que podemos llegar a ser crueles, de tan escépticos, entre nosotros mismos. Y en vez de dejar a las nuevas generaciones que aprendan a poner sus propios filtros, y a ejercer el escepticismo y dudar de manera sana, en vez de enseñarles que esto tiene su técnica y que hay formas de comprobar si lo que estamos haciendo tiene sentido o no, muchas veces se nos ha escapado una burla. Y ahí me incluyo porque yo misma he cometido este error.
Lo que quiero decir es que la duda es necesaria, porque para aprender necesitamos verificar. El brujo o el psíquico que considera que tiene la razón siempre, es un brujo o un psíquico que necesita revisarse. Sin embargo, algunos, de tanto ejercer la duda, nos vamos al otro extremo y es como si nos pusiéramos la careta de ese enanito verde que nos dice «eso no lo puedes hacer» o «eso no lo puedes decir», porque entonces es un tema más de una herida por una sensación de falta de aceptación por parte de la sociedad, que una duda razonable en sí misma.
Así pues, como meta de este año parece que me han puesto (porque esto no sale de mí, las cosas se están dando solas) la de escuchar viajes ajenos sin juzgar a nadie, de lo cual os digo que estoy aprendiendo muchísimo.
Lo primero, he aprendido que hay un montón de gente ahí fuera teniendo experiencias maravillosas sin salir de su casa. Lo segundo, he notado que la mayoría filtramos estas experiencias, porque los humanos necesitamos validar lo que experimentamos con referencias de fuera, y usamos una gran variedad de formas para lograr este filtro. Por ejemplo, yo soy de contar mis experiencias a una segunda persona y escucho si él o ella experimenta lo mismo que yo (sin dar mucho detalle, claro, no quiero condicionarla). Y, a la vez, me abro para que esa persona contraste sus experiencias conmigo si así lo desea. Por otra parte, si es una vivencia o un recuerdo que consideramos «de otra vida», muchas veces ayuda el estudiar Historia de la zona y la época que nos parezca similar a la que hemos percibido. Así, si no es del todo cierto lo que vemos, al menos estamos aprendiendo Historia, que nunca está de más. Otra técnica útil para filtrar mensajes y visiones es la de apuntar en un cuaderno lo que hemos visto, y releer la experiencia en frío, pasadas unas semanas.
Y, sobre todo, creo que es importante no perder el foco de que todos los que estamos en vivencias espirituales nos vemos envueltos en experiencias similares, así que siempre hay que intentar tratar a los demás evitando prejuicios y escuchar cuando podamos (si tenemos tiempo y ganas, claro). Solo de esa manera podemos dejar atrás al enanito verde de la burla, que a veces viene cuando el escepticismo se nos va de las manos.