Ayer por la mañana vino a casa un amigo a tomar café. Más bien un segundo desayuno, como hacen los buenos hobbits. Estuvimos hablando del aprendizaje en espiral, del aprendizaje que requiere revisitar cosas de cuando en cuando, entre galletas de chocolate, tés y cafés. Este tema lo había tratado con otro amigo días antes, por teléfono (lástima que vivamos lejos), y la conversación fue, sin planearlo, similar.
En ambas conversaciones acabamos tratando el síndrome del «Eso yo ya lo hice», algo que hacía yo en el pasado (Eso yo ya lo hice, jeje) y que ahora veo en algunos casos. Comprendo por qué en su día se me dio un toque de atención por parte de mi iniciadora y mentora mientras me entrenaba, a colación de esa actitud.
Ese síndrome que he observado consiste en decir «Eso yo ya lo hice» a ejercicios que nos dan en un camino o propuesta que nos ofrece otro, a quien normalmente hemos acudido a pedir entrenamiento. Es perfecto haber hecho cosas, que nadie se me ofenda, y en realidad hay mucha gente en este camino que ha recorrido muchos figurados kilómetros dentro de la senda del Paganismo, y que por ello merecen todo el respeto. Lo que me parece curioso es llegar a otra persona a la que se le pide guía en un camino y, cuando se propone un ejercicio, se le dicen cosas como: es que eso yo ya lo he hecho, a mí dame algo diferente, a mí dime algo que no sepa, a mí hazme hacer algo que no haya hecho, yo eso no lo voy a hacer porque es volver atrás… y un larguísimo etcétera. Me parece perfecto que las personas ya hayan hecho algo. Pero entonces, ¿por qué hacer perder el tiempo de quien ofrece ese camino o ese ejercicio, si ya se ha hecho? ¿Para qué realizar el esfuerzo de entrenar a alguien que ya ha sido entrenado? ¿Por qué se busca lo que el otro tiene, si ya se tiene? ¿Por qué llamar a mi puerta, o a la puerta de cualquiera que ofrezca algo, si ya se ha hecho? ¿Por qué no, si sabe tanto, buscar una forma de darle uno mismo una vuelta de tuerca, y dejar ese camino guiado para otra persona que no haya tenido la oportunidad de formarse tan bien formado como uno?
Encuentro que esa afirmación es como decir «ese tramo de bosque ya lo he visitado». En cuanto puedo y hace buen tiempo, me voy a dar un paseo por el campo para despejarme, a un paseo con un río en mitad de la nada, y nunca se me ocurriría decir «es que voy a ese río cada dos por tres, esa tierra ya la he pisado». Cada vez que piso ese tramo de sendero veo la tierra ha cambiado, que los árboles están diferentes o que la luz se filtra por entre las hojas de forma distinta. Siempre encuentro piedras nuevas en el río, siempre acabo con la bolsa pesada y llena de recuerdos del campo. Ese camino nunca es el mismo aunque esté en el mismo lugar.
A mi parecer, lo fantástico de los caminos espirituales es que siempre estamos caminando el mismo sendero, seamos conscientes de ello o no. Para mí ahora mismo no tiene mucho sentido decir «yo he trabajado mucho con X» o «he hecho un trabajo intenso con Y, por tanto no necesito seguir haciendo estos ejercicios», porque incluso yo misma como individuo estoy cambiando todo el tiempo. Es decir, que puedo estar en el mismo lugar dentro de mi cabeza y contemplar un paisaje interior completamente diferente. Es por ello que siempre estoy buscando cosas nuevas que hacer, aunque me lleven casi al principio de mi camino como pagana, a lo más básico y a lo más elemental. Creo que esto pasa porque mi religión no me hace meterme en un sendero académico en el que tengo que aprender conceptos, sino que al ser espiritual es vivencial, basándose en observar mis propios ciclos y los ciclos exteriores. De esta manera, intento darme cuenta de hasta qué punto el paisaje cambia a pesar de estar en el mismo lugar. Como si fuera una acumulación de experiencias, pensamientos y sentimientos que se dan en espiral. Es por esto que hace tiempo que abandoné el «Eso yo ya lo hice» y que intento no usarlo, pues me parece una forma de cortarme mis propias alas y de coartar mi propio aprendizaje como persona.