Hace mucho tiempo, como 8 ó 9 años, estaba hablando por Messenger con un chico odinista que me dijo algo así como «eres la primera wiccana no-fluffy que conozco». Aparte de levantar la ceja porque había hablado con dos amigos míos que eran del coven donde estaba entonces – quienes me lo habían presentado, y eso implicaba que los estaba llamando fluffy bunnies en toda mi cara – me quedé un rato pensando sobre por qué aquel muchacho consideraba que todos los wiccanos éramos unos blanditos conejitos de peluche que practicaban Paganismo.
Creo que se ha abusado del término fluffy bunny. Lo hemos hecho cuando no sabíamos de qué hablar y necesitábamos posicionarnos en un rol superior. Empezaré por mí misma porque la autocrítica es sana: hace unos años escribí aquí un artículo sobre este supuesto espécimen de la Wicca que tanto interés suscita pero, con los años, me he dado cuenta que hacer este tipo de afirmaciones y definiciones son negativas para nuestra propia creencia. Porque siempre habrá un wiccano que, usándolo, llame fluffy a otro en base a conversaciones superficiales sobre la práctica religiosa de la persona. Para algunos yo misma soy fluffy porque creo en la libertad y llevo mis cosas con un cierto relativismo, para otros soy una practicante que se mantiene firme a unos ideales tradicionalistas, por ejemplo por mi postura hacia la iniciación. Como siempre, todo depende del cristal con el que se mire. Por eso, cuando alguien se erige como «anti-fluffy» no puedo evitar pensar «qué irónico, un fluffy criticando a otros fluffies».
En mi opinión, los wiccanos hacemos bien en dejar de llamarnos lindezas unos a otros, porque esa cantidad de prejuicios que generamos entre nosotros, a su vez, genera más prejuicios hacia nosotros en las otras religiones con las que compartimos el apelativo de «Paganos». Cosechamos lo que sembramos. Desde mi punto de vista, eso es lo que crea visiones como las del chico del que hablaba al principio del artículo. Hay gente pagana que se sorprende de poder hablar con wiccanos de temas que no sean guerras internas, cotilleos y supuestas rivalidades por ser el más mágico o el más popular y, por supuesto, el menos fluffy. Y es normal, porque esa actitud la hemos generado nosotros mismos al llamarnos con apelativos despectivos. Nos hemos permitido el lujo (yo la primera, en el mentado artículo de los fluffies que escribí en 2010) de decir que las creencias de algunos con respecto a la Wicca son «erróneas» o que dan una visión «errónea» de lo que practicamos, cuando en realidad la persona está practicando en su casa y no somos jueces de nadie para calificar a nadie por ser ecléctico o por preguntar en un foro cómo se hace un hechizo para conseguir trabajo. Lo que más oigo es «hay wiccanos que se pasan el día pensando en hechizos y esto es una religión». Vale, es una religión, pero si se quiere hacer magia, ¿qué hay de malo? ¿Cómo vamos a permitir que alguien aprenda por sí mismo con una censura tan férrea sobre sus acciones? Otra cosa es que le digamos eso de «mueves muchas energías que a veces no se pueden controlar mediante la magia, ve con cuidado» o demos un consejo, pero si la persona quiere aprender y anotar hechizos, tiene todo el derecho a aprender y a anotar hechizos si es lo que quiere hacer. Y eso que soy la primera en decir que hay que agotar todas las vías físicas antes de hacer magia, pero tampoco podemos poner etiquetas a alguien a quien no conocemos por querer hacer un simple hechizo y hacer una pregunta.
Creo que la época del fluffy ha acabado porque ya hay información sobre Wicca como para que las personas estén bien informadas, incluso cuando acaban de empezar. Gracias a los dioses cada vez veo menos comentarios de gente llamando fluffy bunny a otra, algo que cuando yo empecé era habitual en las discusiones cibernéticas. No obstante, el prejuicio, sobre todo desde fuera, sigue existiendo y me temo que continuará por unos cuantos años porque nos hemos encargado de crearlo y sustentarlo, con el fin de posicionarnos como superiores moral y religiosamente dentro de la propia comunidad wiccana. Sin embargo, a través de esa accesibilidad al conocimiento, las opciones para practicar Wicca aumentan, y donde hay diversidad de opciones siempre hay lugar para la convivencia sana y sin complejos de superioridad. Así pues, será cuestión de tiempo que nos dejemos de tonterías y empecemos a darnos cuenta de que la religión se practica en casa y no en los foros, y que una pregunta no supone que la persona se pase el día haciendo hechizos.