Hoy estaba leyendo a una conocida en facebook, que estaba comentando cuál es el nombre que le pusieron en su tradición y por qué. Es una persona honesta y, por lo poco que la conozco, me parece íntegra. Su nombre le viene perfecto a como ella es.
A los wiccanos rara vez se nos pone un nombre, sino que nos lo solemos poner nosotros. Mucho se pregunta sobre cómo ponerse un nombre mágico, es un tema que ha hecho correr ríos de tinta y que lleva muchos años siendo discutido. Leer a esta chica esta mañana me ha hecho fijarme en el nombre que me puse, hará unos 11 ó 12 años. Buckland decía que había que hacer un estudio pormenorizado del nombre y la fecha de nacimiento, y yo seguí sus indicaciones para buscar el nombre que le fuera bien a mi aspecto numerológico. Parece muy racional, y hasta cierto punto en aquel momento lo fue, pero hay veces en las que, años después, descubres pequeños guiños de los dioses en cosas que das por sentado, como tu propio nombre, como los nombres de los demás, y hasta en cosas que te parecieron irrelevantes en principio. Es una especie de augurio.
Yo me llamo Tesoro. Es lo que significa Harwe. Si lo tomo con el apellido, sale Tesoro de la Primavera. Un nombre que pensé que sería demasiado fuerte para mí cuando lo tomé, pero con el que me siento cómoda. Mi nombre civil significa Brillante. El de mi marido, Guerrero. El de una de mis mejores amigas, Felicidad. Me he emocionado pensando en la gente tan hermosa de nombres hermosos que me rodea, en los guiños de los dioses en nombres que a veces no nos gustan, en lo mucho que hay de nosotros en un nombre. En la forma que tienen los dioses, nosotros mismos y nuestros padres de recordarnos quiénes somos y que hay un poco de cada una de esas características en todos nosotros.
Mi suegra siempre dice que el nombre impone carácter. Yo no sé si es verdad. Pero sé que si miráramos nuestros nombres con más atención, tanto el que nos hemos puesto nosotros como el que nos pusieron al nacer, nos daremos cuenta de la cantidad de deseos hermosos que implican. Poner un nombre es como pedir un deseo a las hadas madrinas, como cuando las hadas llegan en la Bella Durmiente a otorgarle dones y virtudes a una recién nacida princesa Aurora. Si el nombre que me puse significa Tesoro, creo que es porque no ya la numerología, sino los dioses, o mi propio Yo Superior, decidió que en algún momento debía recordar que lo era. Si mi amiga se llama Felicidad es porque sus padres pidieron un deseo antes de que ella naciera: que fuera feliz y diera esa felicidad a los demás.
Hasta qué punto los demás y nosotros mismos dejamos pequeños regalos en cosas sin aparente importancia. Independientemente de numerologías. Así que, si alguna vez necesitas ponerte un nombre mágico, no escuches a Buckland ni a los que te digan que debes fundamentarte en la numerología. Ante todo, escúchate a ti mismo, tu corazón es el mejor maestro. Piensa en qué legado querrías darte, desde el Yo de ahora al Yo más joven. Imagina que tienes una máquina del tiempo y puedes ir a otro Yo, más inmaduro, más joven, y decirte «éste es mi regalo porque te quiero». Puede que lo aprecie de primeras, puede que no, pero con el tiempo lo hará. Darse cuenta de lo que encierra un nombre años después es como encontrarte un billete en un bolso viejo justo cuando pensabas que no tenías dinero. Darse cuenta de lo que se tiene, de los dones que nos ha dado el destino, alegra el corazón a cualquiera y nos hace seguir adelante.
Pensemos en las pequeñas cosas, en los que pequeños regalos que nos da la vida. La felicidad está hecha de esas pequeñas cosas a las que no damos importancia. Y todas esas cosas nos ayudan a sanar lo que somos, volviéndonos a enseñar qué es lo que realmente somos.
Sobre los nombres, no se si es común a todas las tradiciones, y no se si sigue haciéndose hoy en día pero parece que era bastante común hace unos años la imposición no de uno, sino de DOS nombres, algo al estilo de lo que se indica en «El Libro de los Gatos Habilidosos del Viejo Possum» de T.S. Elliot. En dicho libro, en el pirmer poema se nos cuenta qeu los gatos poseen tres nombres, el que le ponene sus dueños, aquel por el que son conocidos en la «comunidad felina» y un tercer nombre, secreto, que sólo conocen ellos.
Así, decía, se me enseño, y yo aprendí, (y le vo cierta lógica al asunto) que un brujo ha de tener tres nombres, el primaro es el nombre civil, el que consta en tus documentos de identidad, que te ponen tu spadres y tu eliges, el segundo es el nombre por el que eres conocido en la comunidad, una especie de «nickname» (que en muchos casos parece coincidir con el nickname que se usa en foros paganos de internet), y un tercero que es secreto, que sólo lo debes oncocer tu, y en todo caso, tu pareja y, en ocasiones y dependiendo de cada caso tu coven.
Este «nombre secreto»se supone cargado de energía, tomádnose esta idea de la antigua «magia de los nombres» que viene de tiempo inmemorial (dice la Biblia, «lo primero fue el verbo»).
Ciertamente. Yo tengo tres nombres también. El tercero no se menciona. 😉