Considerad este post como una continuación de pensamientos iniciados en otros posts. Entre ellos, los que escribí llamados «Etiquetas y religión» y «Definiciones en la comunidad pagana«. Ya he dicho muchas veces que, pese a que yo me aventuré a definir en su día, no lo volveré a hacer. Llevo meses diciendo que no sirve de nada. Hoy me he vuelto a encontrar con una reflexión ajena, pidiendo a gritos (con toda su buena intención) una definición de Wicca. Igual que dije con el Paganismo en general, creo que lleva a la separación en grupos, que lleva a la disgregación, que lleva al conflicto. Pero ha llegado el momento de que hable claro y diga exactamente lo que pienso: una definición de Wicca lleva al control de masas por parte del que define y enjuicia, lleva al juicio fácil y aparentemente basado en criterios «científicos» (cuando la ciencia está para rebatirse a sí misma y por eso cambia), lleva a la exclusión, lleva a la radicalización y lleva, cómo no, a la Inquisición. Lleva a que personas se sientan superiores a otras por ser quien define, por ser quien pone la etiqueta. En esto, como en todo, quien hace la ley hace la trampa. Define mañana, aunque tu intención no sea ésa, y te encontrarás con que siempre habrá quien use tu definición para justificar por qué debe mandar.
No le veo el sentido acotar mediante una definición una religión mistérica, iniciática y experimental como la que vivo y practico. Estoy iniciada en una tradición, sí, y soy suma sacerdotisa, sí, y ni por ésas creo que yo tenga más derechos que otras personas a decir si lo que sienten o piensan es acorde a la Wicca o no. Si es Wicca o no. Si son buenos wiccanos o no. Si son legítimos o no. ¿Que lo hice en el pasado? Sí. Como casi todo el mundo. ¿Que lo hago ahora? Pues lo evito. Lo evito porque me molesta enormemente que venga un tercero y me diga «tú eres tal etiqueta». Así que ahorro a los demás el mal trago. No, señores míos, las etiquetas me las pondré yo. Igual que las etiquetas ajenas se las pondrán esas otras personas ajenas.
Creo en la libertad. Creo en la capacidad para decir lo que uno piensa desde un punto de vista vivencial, como este camino. Por eso cada vez que alguien habla de definir salto como un resorte. Yo definí un par de veces, desde la creencia de que estaba capacitada para ello. ¿Y qué pasó? Que choqué con mi propia ignorancia, que descubrí que, pese a que entonces era segundo grado, no estaba capacitada ni lo sabía todo ni de lejos. Me faltaba mucho por vivenciar, mucho por experimentar, mucho por vivir. Y me sigue faltando. Por eso digo, ¿para quién es beneficioso esto? ¿Es necesario para la comunidad?
Ya lo dije en su momento: siendo ésta una religión en formación, lo queramos admitir o no, las reglas se están construyendo ahora y las estamos construyendo entre todos. Por eso mismo, nos estamos definiendo nosotros mismos mediante la convención social. Creo que ha llegado el momento de admitir que somos personas adultas tomando decisiones, salgamos de ese estado de infantilismo que le achacamos a la comunidad wiccana española. Dejemos de pensar que «salvaremos» la Wicca si la definimos, cuando en realidad os digo lo que haremos: controlarla, hacer que deje de desarrollarse, dejar a unos dentro y otros fuera, haciendo que dos o tres sean los que lleven la razón. Tendremos un Papa o quizás un profeta. Y, en mi opinión, aquí nadie necesita que le salven de su ignorancia, ni que le digan qué es o qué no es.
Independientemente de etiquetas, seguiré creyendo en mis dioses pero lo haré desde mi casa que, total, es donde ya lo hago. Porque ésa es otra: la religión se vive en casa. Lo que yo creo no está escrito en este blog, no es lo que pongo en facebook. Independientemente de si la llamo Wicca o si la llamo Tradición del Burro Volador, mi fe es mía. No la publico, ni la pongo en artículos de investigación, ni la uso para obtener poder sobre otras personas. Es parte de mi vida y por eso la cuido como puedo y quiero, es una relación íntima con mis Dioses que, de vez en cuando, dejo entrever en estas líneas. Pero ni de lejos se parecerá a ninguna definición que se haga. Es como intentar definirme a mí. A ti. A todos. Todavía me queda mi centímetro cuadrado de dignidad como persona y, por eso, el día en el que alguien intente definir aquello en lo que creo, aquello que forma parte de lo que soy, muy posiblemente sea el día en el que yo deje de ser wiccana. Independientemente de si me beneficia o no. Independientemente de si me coloca en el selecto grupito de «wiccanos» o no. No quiero ser parte de una religión que necesita ser salvada por otra persona, porque ya he nacido, y tú también, con todo lo necesario para ser feliz. Lo demás, también la definición, es accesorio.