Me he levantado esta mañana con varias preguntas por privado sobre el cuento que escribí ayer. Gente que me dice que le encanta, gente que dice que es un trozo de acero quejica, y gente que me está flameando por creerme una buena herrera. Interesante el tercer caso, porque en realidad yo soy el trozo de acero rebelde y quejica en manos de una diosa herrera.
Brigit me está poniendo a prueba últimamente. Las pruebas de Brigit nunca son sencillas, pierdes la paciencia y te hartas de todo. Son pruebas de inspiración, pruebas de creatividad, pruebas de ver qué eres capaz de hacer. Aparte de las hormonas del embarazo, que me tienen revuelta perdida, es cierto que tengo a la llama de la creatividad muy presente últimamente. Por eso os estaréis hartando de que escriba, escriba y vuelva a escribir. No puedo hacer otra cosa y la verdad es que me encantaría ponerme a jugar a algo, a leer y a darme una ducha tranquila, pero cuando se te ocurren ideas hasta en el camino de ida y de vuelta del trabajo, y o las cuentas o revientas, el ser devoto de una diosa de la inspiración se hace un camino cuesta arriba. Una vez me dijeron que debía ser maravilloso ser devota de Brigit, con tanta inspiración, tanto que ofrecer y tantas ideas todo el día. No es oro todo lo que reluce y a ratos se hace bastante cansino.
Siento que tengo para con Brigit un deber, el deber de dedicarle hasta cada línea que escribo porque forma parte de mi devoción con ella. Aparte de la guardia de la llama y bla bla bla, que sí, que lo llevo haciendo desde que tengo uso de razón y todo eso tan bonito. Pero, ¿es que no tiene suficiente? Parece que no. Creo que las divinidades a veces, cuanto más les das, más quieren. Más piden. Pides inspiración y te dan no dos tazas, te dan cuarenta, con tal de que compongas cosas en su honor.
Afortunadamente Brigit no es una diosa celosa, no es una diosa infantil, ni caprichosa. Si le das escritos, se contenta. Si le das velas, se contenta. Le gusta la calidad frente a la cantidad, aunque últimamente me pida escribir mucho. Pero el día que no puedo escribir no me golpea con un rayo. En realidad no me ha golpeado nunca con un rayo. Creo que me hace estas cosas, como sobre-inspirarme, porque puede y porque quiere que mejore en algo. Sabe que la quiero y sé que me quiere. Por mucho que me molesten estas pruebas de los coj***s. Creo que eso nos basta a las dos. Si un día le dedico una entrada a Inanna, no hay ningún problema. Incluso hice un oráculo a Isis cerca de donde tiene su altar en mi casa no hace mucho y ahí estaba, tan tranquila. Pero es una herrera exigente, es una diosa de la excelencia y no quiere otra cosa. Es una de las mejores herreras «del reino» y yo me comprometí a ser una espada, así que tiene que darme forma. Aunque duela.
Y duele, duele muchísimo. Duele decir «estoy ocupada, escribiendo» a tu familia, incluso a ti mismo. Pasar un fin de semana entero escribiendo porque crees que tu diosa te ha pedido que escribas y escribas y escribas y por eso te da ideas desde que te levantas hasta que te acuestas. A veces incluso cuando estás acostado. Porque todavía me deja trabajar normalmente, que si no pensaría que me está afectando a mi vida y pediría una visita al loquero de urgencia más cercano.
Y bien, ésa es la explicación del cuento de ayer. Espero que ahora lo entendáis y siento mucho no haberme hecho entender ayer. Se ve que la historia no fue lo suficientemente excelente como para que el mensaje llegara adecuadamente. Supongo que Brigit me seguirá mandando ideas hasta que descubra dónde está lo excelente. O no.
Te entiendo perfectamente, yo soy devoto de Apolo y siempre tengo que hacer algo creativo, todos los días, aunque sea escribir un artículo criticando el último videoclip de Beyoncé, pero la cosa es escribir y no quedarme quieto, necesito liberar aquello que tengo dentro, en tu caso el fuego de la inspiración, en el mío la luz de la creatividad.