El otro día estaba hablando con una persona muy cercana, que me comentó las opiniones que le había dado otra persona de un tema en particular relacionado con mi trabajo dentro del ámbito pagano. Esa tercera persona había vertido unas opiniones, indicando que no le parecía bien una decisión que se había tomado dentro de mi Templo, lo cual sería lícito si esa persona se hubiera visto afectada por la decisión que se había tomado. Lo cierto es que la decisión ni le iba, ni le venía.
Le pregunté a mi interlocutor que entonces, ¿para qué opinaba esa tercera persona? Mi interlocutor me contestó «yo entiendo que opina desde el desconocimiento», intentando quitarle hierro al asunto. Mi respuesta fue rotunda: yo cuando no conozco algo o a alguien, no opino. Su contra-respuesta fue «doy gracias a que no lo dijo delante de otra gente». Entonces me callé y pensé «¿y quién te ha dicho que no lo ha hecho ya?».
Se lo comenté luego a mi marido y me contestó que opinar es el deporte nacional. Me vino a la cabeza cómo, en una reunión con otros paganos, se estuvo hablando de una tercera persona a la cual yo no conocía. Al verme callada durante toda la conversación, y en un intento de integrarme en la misma, me preguntaron «Harwe, ¿y tú qué opinas?». Y de nuevo mi respuesta fue: «yo no conozco a esa persona, por tanto no tengo opinión». He visto estropearse covens enteros porque tres personas se han juntado a opinar sobre cosas que desconocían, he visto amistades romperse y he visto a gente calentarse unos a otros precisamente por eso, por «opinar desde el desconocimiento». Incluso he visto a gente decir burradas sobre otras en facebook, o llamar a otros farsantes, precisamente por «opinar desde el desconocimiento». También he visto cómo se ponía en boca de uno de mis mejores amigos cosas que él no había dicho, pues precisamente yo estaba presente cuando esas cosas que se criticaban se habían comentado, y no habían salido de él, aunque les convenía a determinadas personas adornar un poco la historia para estar más justificadas en ciertas decisiones. Ese comentario, falsamente atribuido a mi amigo, llegó a mí años después a través de una tercera persona, a la cual tuve que acabar por desmentirle todo lo dicho, aclarando que ¡ni siquiera los originadores del bulo habían estado allí aquel día, mientras que yo sí y lo había presenciado todo! Al final, el bulo se había «calentado» por unos y otros, y la historia acabó cambiando hasta de autor. Tristemente, no siempre hay otras personas para desmentir o mitigar ese desconocimiento y esos comentarios. Quizá empecéis a comprender ahora por qué lo de «opinar desde el desconocimiento» me da tanta urticaria.
Reconozco que durante mucho tiempo yo he opinado desde el desconocimiento. Ya lo dije en otro post, yo me dejé llevar por cotilleos, porque nadie es perfecto o intachable. Lo malo de eso es que se empieza vertiendo una opinión no fundamentada, se sigue compartiéndola con otro y se acaba con una bola de opiniones que al final no se parecen en nada a lo que inicialmente se había vertido. Es muy parecido a lo que seguramente jugábamos todos en el colegio, el famoso «juego del teléfono roto». Como en el Paganismo nos conocemos todos, la opinión se acaba comentando en ciertas reuniones y al final siempre llega a la persona o grupo de la que se ha hablado, así que se genera un problema en la comunidad. Claro que el que empezó la opinión, al verse confrontado, siempre dice eso de «yo sólo dije esto y lo otro, nada más, y ésa es mi opinión». Vale, pero, ¿y las horas que se han invertido en poner en común esas opiniones y hacer que se caliente la olla del chismorreo? ¿No se podrían haber invertido esas horas en hablar con la persona sobre la que se opina o con la que se tiene la duda, y aclarar lo que no se sabe? Me pregunto si tan penalizado tenemos el hacer preguntas ante el desconocimiento, con la cantidad de preguntas innecesarias que se hacen en foros sobre libros de las sombras y devociones. ¿No resulta más fácil hacer preguntas sobre el trabajo de alguien, o preguntar lo que quiere decir con x, en vez de dar ciertas cosas por sentadas y ponernos a opinar alegremente? Si nos llega un cotilleo por obra y gracia del teléfono roto, ¿acaso no es más fácil hablar con el afectado y preguntar, que ponerse a opinar «desde el desconocimiento»?
Todos tenemos opiniones, claro que sí, de hecho las opiniones son como los genitales: todos tenemos, aunque no vamos dándoles en la cara con ellos a los demás. Unas cosas nos pueden parecer mejores y otras peores. Pero de ahí a llegar al primero que se te cruce y, sin preguntar a nadie y sin saber razones, ponerse a opinar, pues no me parece bien. Y aunque no lo sé todo, y aunque no soy un ejemplo para nadie porque tengo muchos defectos, ante todo intento ser autocrítica y cuando veo que estoy opinando de más, intento meterme la lengua por donde me quepa. Entre otras cosas, forma parte de mis votos como tercer grado, y eso, al haberlo jurado ante los dioses, sí que es sagrado. Pero es que además ahorra muchos problemas porque las opiniones que vertemos siempre llegan a su destino y no siempre tienen el efecto que nosotros querríamos. Luego nos preguntamos por qué esta comunidad está tan fragmentada…
Me parece un artículo muy bueno y acertado. Y eso que la verdad es que con el título no lo veía muy claro, porque a veces lo de «no hables desde el desconocimiento» se usa para no permitir que no se oigan más voces que las de los grandes (o supuestos) expertos… Pero me ha parecido una gran reflexión y sobretodo, da en el clavo en el primer párrafo: «sería lícito si esa persona se hubiera visto afectada por la decisión que se había tomado. Lo cierto es que la decisión ni le iba, ni le venía.»