Posiblemente ésta sea mi parte favorita de hacer magia, el pilar que más me gusta de todos: puede que porque esté asociado al elemento fuego, puede que porque es el ejercicio de Voluntad supremo. Se trata de Querer.
Querer no es simplemente tener el deseo de algo, porque en ese caso sería desear. Se trata de algo menos «tosco» que el deseo, aunque parte de él. En esencia, Querer es el motor del cambio, la parte más revolucionaria y movilizadora de nuestro ser, al provenir de nuestra propia Voluntad. Querer es el ejercicio volitivo perfecto, en consonancia con nuestro Yo Superior. No se trata de un capricho ni de un gusto por algo, se trata de algo mucho más profundo, algo que radica en lo más natural a nosotros mismos. Algo que, como dirían los anglosajones, está en nuestras «vísceras». Algo que está irremediablemente unido a nuestra función elegida en esta vida, ésa que hemos elegido tener antes de venir a este mundo.
Yo puedo querer tener un perrito, pero no tener voluntad de cuidarlo. Por tanto, no tengo mi perrito. Sin embargo, si días antes de ir al refugio a ver a los perros y considerar cuál es el que más me gusta o con cuál me llevo mejor, me voy preparando para la posible adopción investigando por mi cuenta sobre educación canina, cuidados y demás, o me busco a alguien que me eche una mano por si un día me tengo que ausentar de casa, entonces sí tengo voluntad de querer tener un perro verdaderamente. El ejemplo es muy simplón, pero puede servir para ilustrar la diferencia entre querer y Querer de verdad, aunque no sea dentro de un contexto ritual que, como veremos más adelante, resulta indispensable para el ejercicio de la Voluntad mágica.
Se puede Querer sin Saber, aunque lógicamente es mejor Querer Sabiendo. Empezando por uno mismo y las propias motivaciones que le mueven, de ahí que en el artículo anterior hablara de la importancia de la meditación en todo este asunto. Saber también complementa a Querer en el sentido de que le da una forma al fondo que supone ese ejercicio de «Deseo que va más allá del Deseo».
Querer se parece a tener intención de hacer o lograr algo, pero con un plus de convicción. Ésa es la convicción que dejaba entrever en mi artículo de Voz Mágica que escribí hace unos meses. Cuando Queremos de verdad, todo nuestro ser se pone en consonancia para hacer posible que las cosas sucedan, el Universo conspira para hacer realidad nuestra Voluntad verdadera. La vibración del ser en su totalidad se orienta hacia lo que se quiere conseguir antes, durante y después del ejercicio mágico, y ya dije que para mí eso queda especialmente patente en el uso de la voz durante el ritual.
Vemos cómo el Querer se pone en marcha cuando estamos en harina, dentro de nuestro círculo y conectados con nuestro Yo Superior mediante un cambio de conciencia. Se materializa cuando encendemos una vela o atamos un cordón por primera vez, cuando visualizamos nuestro deseo hecho realidad durante la práctica de un ritual. Para que éste sea un acto mágico necesitamos los resortes simbólicos necesarios, de lo contrario estamos ejerciendo nuestro Libre Albedrío, lo cual es muy lícito y resulta sencillamente perfecto para nuestro día a día, pero sin utilizar las herramientas mágicas necesarias y por tanto sin conectar con nuestro Yo Superior.
Mucha gente puede decir que está conectado con su Yo Superior todo el tiempo y que no le hace falta entrar en un estado alterado de conciencia en absoluto para Querer dentro de un acto mágico. También dicen que no necesitan símbolos. Desde mi punto de vista, esa actitud denota una insufrible fanfarronería. Estamos conectados con nuestro Yo Superior todo el tiempo, sí, pero como seres humanos necesitamos entrar en el estado alterado de conciencia, de lo contrario nos volvemos locos porque el cerebro no nos da para más. Además de esto, estar «deseando» cosas y que se nos hagan realidad constantemente puede ser un problema a la hora de tener una vida normal, ya que la mente humana con cierta frecuencia se ve asaltada por pensamientos automáticos. Por otra parte, la falta de necesidad de símbolos entra en contradicción con la naturaleza del ser humano como ser simbólico, como ya comenté brevemente en este otro artículo.
En resumen, el Querer es como el fuego. Hay que cuidarlo, mimarlo, alimentarlo y esforzarse por mantenerlo vivo. A veces surge y nos quema, otras veces surge y nos viene muy bien para lo que necesitemos hacer: cocinar, protegernos, o lo que sea que sea que tenemos que hacer. Pero en Magia no es un Querer efímero, sino que se encuentra intríncamente relacionado con lo que somos como persona, con nuestra misión y nuestro propósito como magos o brujos en el Universo, que al fin y al cabo es hacer de tejedores de la realidad. Por eso este tipo de deseo es tan peligroso cuando se desboca.