Como muchos en estos mundos paganos, me encanta aprender y saber más. Reconozco que el conocimiento es una de mis motivaciones más fuertes, aunque también reconozco que hay cosas que aplico y hay cosas que no. Por ejemplo, yéndonos al ámbito espiritual, tengo nociones de uso de piedras y sin embargo prefiero otros métodos para sanar, dirigir energía o meditar. Saber de piedras, como hacer crucigramas o saber de jardinería, es de esas cosas que no pongo en un listado de habilidades mágicas porque realmente no define lo que soy.
Pero voy más allá: ser sacerdotisa tampoco define lo que soy, y tampoco creo que defina lo que muchos de mis amigos sacerdotes sean. El otro día le decía esto mismo a mi mejor amigo. Le quiero porque es él mismo, no porque sea sacerdote de X tradición. El rango, la iniciación, me dan igual, lo que me interesa de él es que puedo sentarme en una tarde cualquiera a hablar de cualquier nadería y pasarme toda la tarde riéndome. Contarle algún secreto sabiendo que nunca jamás va a decir nada a nadie de ese secreto (y que es más, probablemente se le olvide si no se lo recuerdo). Mi amigo es un fenómeno como persona, y sin embargo nunca pone su rango por delante, pese a que sé que más de uno se quitaría los pantalones delante de él si dijera en algún momento lo que es. A mí eso me hace gracia, porque no puedo evitar ver en él a quien conozco y quiero. Conmigo, él no necesita sus títulos superguanchis para que yo le respete, porque mi respeto hacia él nace de la amistad que le tengo.
Yendo con ese pensamiento en la cabeza me he puesto a pensar cómo me defino y qué digo de mí misma. Aunque mi página web es otro tema porque sé perfectamente que la gente puede pensar «¿Y ésta de dónde ha salido?», cuando me presento a alguien en persona no incluyo las palabras «miembro de X» ni «sacerdotisa de Y». En estos casos soy sólo Harwe, una mujer pequeñita con el pelo largo y los ojos oscuros, que se ríe con los chistes malos, tiene pocos amigos pero muy buenos y se considera impetuosa. Seré una buscadora de conocimiento espiritual, pero ante todo y sobre todo soy una persona.
No puedo dejar de pensar que si cada vez que me presentara a cualquier desconocido en una conversación normal dijera que soy «Lady Harwe Tuileva, sacerdotisa de tercer grado de la Tradición Correlliana, miembro de OBOD, miembro de FOI, caminante de mundos, sacerdotisa del mar, chamana correlliana, practicante de Reiki de segundo nivel, y perdona, llámame Lady porque así es la única forma posible de que me respetes», me miraría raro. Siendo honestos, me molesta muchísimo tener que andar poniendo los títulos por delante. Parece que para que te respeten tienes que sacar la ristra de cosas que has hecho y darle a la otra persona en la cara. Con lo fácil que es respetar a los demás como persona y ya está.
Por eso me molestan las colecciones de títulos, y lamentablemente son muy frecuentes. Me encuentro a diario con personas que para hablar conmigo se presentan como «Grado 54451634345486 de la supertradición antigua de la vida y los peces de colores (STADLVYLPDC para abreviar), miembro de X, miembro de Y, miembro de Z y cosa indeterminada e indescriptible de la Orden de la Mamarracha». Y yo cuando leo estas presentaciones me pregunto «¿y para qué quieres que te dé clases yo, si ya lo sabes todo? ¿Otro título que no vas a usar?». Y me pregunto, ¿realmente les llama el camino que enseño, o es otra condecoración más que no van a agradecer y que posiblemente sólo usarán cuando vuelvan a presentarse ante otra persona del mundo del esoterismo? ¿Será para crecer espiritualmente, o para darse pisto delante de los demás con una larga e inútil colección de títulos?
Creo que los títulos sólo son importantes cuando uno ha trabajado interiormente por ellos, cuando se les da el valor de un camino andado y no el de un papelito con un certificado con el que darle en la cara a otro. Creo que son importantes cuando la persona demuestra una altura moral, un honor, una forma de ser que sólo se consigue a través del entrenamiento espiritual y del auto-conocimiento. Cuando generan una inteligencia emocional y una capacidad para saber dónde se está y por qué se está donde se está. El resto, honestamente, son diplomas para coger polvo.
Muy cierta tus palabras, algunos solo obtiene un titulo para luego echartelo en la casa.Pero otros en cambios se mantiene con los pies de la tierra 😉 y eso es lo que más cuenta
Absolutamente de acuerdo, hay gente que colecciona iniciaciones como la cartilla de puntos del Carrefour!