Ayer estaba descansando de mis cosas del Templo cuando me llegó un WhatsApp de un alumno muy querido. Me preguntaba a qué me refería con una aclaración que hacía en los materiales de primer grado del Templo, acerca del concepto de «bien y mal», concretamente acerca de una afirmación que se hacía en los materiales, que es «La Diosa/el espíritu siempre se encamina hacia el bien».
Explico un poco: esa aclaración la consideré necesaria para la segunda versión de la teoría de primer grado correlliano, que van con anotaciones del Templo y en la que estoy trabajando ahora, y la escribí como nota aclaratoria al final debido a que otro alumno me hizo la misma pregunta el año pasado. Pero yo no escribí la frase de marras, aunque la traduje al español en los materiales, y no sé lo que llevó al autor a escribirla aunque me imagino que sería la falta de términos más adecuados a lo que él quería decir. Aunque creo que sé a qué se refiere.
Creo que la gente se hace muchos líos con los conceptos de bien y mal incluso en una tradición como la nuestra, y es cierto que yo personalmente no pienso que alguien pueda ser calificado categóricamente como «mala persona» o «buena persona». Creo también que sacarle punta al concepto de «bien» es demasiado, por motivos que explicaré con ejemplos más abajo. Por lo tanto, ¿por qué decir de la Divinidad que se encamina hacia el bien o hacia el mal, si ni siquiera los seres humanos somos totalmente buenos o malos? Y aquí puede que pienses «sí Harwe, pues (insértese aquí nombre de persona mezquina) es un hijo de p***, a ver qué me dices a esto». Pues querido o querida, hasta (insértese aquí nombre de persona mezquina) habrá hecho algo considerado «bueno» en su vida. Con lo cual no es del todo bueno o malo.
¿Y no será que el que escribe los materiales correllianos tiene un concepto un poco más amplio de «bien» que el de «la bondad»? ¿Ser bueno implica hacer el bien? Porque mi abuela (que era católica y buenísima persona, en mi opinión, pero probablemente no en opinión de otros) decía que de buenas intenciones estaba el infierno lleno… así pues, ¿necesariamente siendo «buenos» hacemos «el bien»?
La antropóloga dentro de mí despierta de su letargo y va más allá: bien y mal son conceptos culturales. No son universales y nunca lo han sido.
Un ejemplo de esto es el concepto de violencia que tienen en algunas tribus. Todos sabemos lo horrorosa que nos parece la violencia, y ahora mismo hay una lucha contra el maltrato que me parece estupenda porque yo he nacido en España y no veo con buenos ojos que se pegue a la gente. Está feo. Pero en esas tribus, la violencia es un recurso necesario. Los hijos son pegados por los padres para que aprendan lo que es vivir. Las mujeres consideran que si les falta algún diente es porque su marido les ha pegado, y eso es porque se preocupan por ellas. ¿Son salvajes y merecen ser educados? Para nuestra cultura, puede que sí, y además tendrían que ir todos a la cárcel por maltratadores. Pero ellos llevan siglos viviendo así, y sobreviviendo. Necesitan de esa violencia y ser educados en ella, porque de otra manera las duras condiciones de vida y la amenaza de otras tribus se los llevarían por delante. Son pacificadores fieros y se aman a golpes. Aunque a nosotros nos parezca horrible.
Un antropólogo relativamente famoso (aunque no tanto como Marvin Harris, por desgracia) escribió un libro muy bonito sobre unas tribus que se daban grandes banquetes en los que mataban cerdos y luego iban a la guerra contra sus vecinos. Sus ciclos consistían en: comemos con los vecinos los cerdos de la matanza y nos ponemos de comer hasta las trancas, nos aliamos con ellos, hace un ritual superchupi y luego vamos a la guerra contra los «otros vecinos», que viven 20 kms más allá, y de camino vamos regando de su sangre y sus vísceras el campo para fertilizarlo. Todos sabemos que en nuestra cultura hacer la guerra y matarse está feo, aunque se haga en mitad de un ritual (porque eran guerras rituales en las que alimentaban a sus antepasados). Pero para ellos era una forma de regularse demográficamente en un espacio determinado como resultaba ser una isla, en la que la tierra no podía alimentar a grandes grupos por estar limitada por el mar.
Esas personas, para nosotros, son malas porque se pegan y se hacen la guerra los unos a los otros. Para ellos, son buenas y esos comportamientos son necesarios. ¿Quién gana esta batalla moral? Gana el primero en adaptarse a las circunstancias. En nuestro territorio, nosotros. En el suyo, ellos, porque no duraríamos ni dos días en esas condiciones de vida.
Así pues, ¿cómo podría la Divinidad ser universal para un miembro de esta tribu remota y para mí, si tenemos conceptos de bien y mal tan distintos? Pues muy sencillo: la Divinidad es neutra y sólo quiere aprender. Aprender a través de nosotros, que somos la Divinidad consciente. Eso es lo que dice, al menos, mi tradición. Me parece relativamente sensato por otro lado. Si los correllianos (y la mayoría de los practicantes de brujería afín a la Wicca) no creemos en el demonio, ni en diablo, ni en Satán, como representaciones del mal absoluto, ¿no sería más normal creer en una Divinidad neutra e interesada por el aprendizaje a través de vidas simultáneas, que en una Divinidad con dualidad bien-mal? Porque de darse este último caso, ¿no estaríamos ratificando la existencia de un mal absoluto, en el que supuestamente decimos que no creemos?
Me gustaría pensar que estamos hechos de algo más que de «blancos» y «negros». No sé vosotros, yo misma y mi vida vinimos a esta existencia a todo color.
Para pensar.
Me da que esta noche voy a estar dándole vueltas al coco con este tema… Estupenda reflexión que da muchísimo que pensar.
Nuhmen.
¡Excelente entrada y muy necesaria dada la escasez de material sobre ética en Wicca! (aunque la tradición correliana sí presta más atención a este aspecto).
Sobre la frase: «La Diosa/el espíritu siempre se encamina hacia el bien” creo que esta frase está inspirada en Kant. Kant consideraba que la fuente de la moral debía ser la razón y no la autoridad divina, aunque ésta se presentaba como la garantía de la esperanza moral. Si Dios no existiera, el mal triunfaría. No habría orden moral porque no se castigarían las malas acciones ni se recompensarían las buenas. Como humanos, pedimos justicia a la divinidad con frecuencia y necesitamos creer que el mal va a ser castigado y el bien, premiado, aunque realmente nos da igual quien se encargue de hacer ésto.