Y con este título tan complejo no pienso cubrirme de gloria, sino expresar un fenómeno que llevo observando desde hace varios años en la evolución de una minoría muy llamativa en los wiccanos que conozco.
Hay gente que empieza haciéndose con una colección de varitas, adornando con muchísima ilusión altares y libros de sombras, llenando todo de lunas y soles… y luego pasan al mutismo simbólico absoluto, una iconoclastia digna del pensamiento afín a las religiones de Oriente Próximo. Se pasa de un extremo a otro en cuanto hay un «empacho» del símbolo, y es normal: por muy rico que esté el jamón ibérico, si yo como jamón todos los días me acabaré cansando. Así que si veo símbolos en todas partes y más que un altar parece que tengo un templo egipcio pero a lo bestia, pues también me acabo cansando.
Consumismo pagano
Nos han enseñado a consumir todo lo que podemos y más, en Wicca creo que también ocurre: «¡Qué bonitas las varitas, los incensarios, los tarots! ¡Qué maravilla todo! Y cuantas más lunas, estrellitas y soles, mejor. Ya tengo una varita de cedro, quiero una de roble pero antes me voy a hacer con una de sauce y otra de espino albar», leo con cierta frecuencia. Es normal y siempre digo que somos hijos de nuestro tiempo, de ahí que nunca tengamos suficiente. Vivimos en un estado de escasez constante. Internet nos hace fácil y rápido este consumismo, porque no hay que ir al campo a por la rama de roble, basta con un click y una cuenta PayPal. Es maravilloso tener las cosas así de cerca, pero considero que hay que ser cuidadoso con acumular cosas que no vamos a usar, no sólo por el gasto material innecesario, sino también por ese síndrome acumulativo por el que acabamos recargando hasta lo más simbólico que tenemos: nuestro altar. El símbolo por antonomasia de nuestra vida espiritual.
En este punto creo necesario distinguir entre acumulación y colección. Hay gente que colecciona tarots y es precioso, igual que quien colecciona sellos o cromos de futbolistas. Para estas personas, cada parte de su colección tiene valor. Para un acumulador, no. Y cuando se produce el rechazo tan habitual que viene después de acumular, como el movimiento de un péndulo hacia el lado opuesto de la situación, se tilda esa cosa de «material» o «poco espiritual» y se desecha.
El péndulo cambia de lado
Y de pronto, un día, alguien dice «yo no necesito herramientas porque son inútiles». El silencio se hace en los foros de discusión. Algunos huyen despavoridos del topic. La Tercera Guerra Mundial se desata entre partidarios de las herramientas y detractores a ultranza de éstas…
Y en medio de esta pugna que he exagerado bastante para añadir comicidad al asunto, está una reacción humana muy normal a la acumulación de todas esas cosas que se han ido amontonando en altares y cajones. Después de la acumulación, el símbolo ha dejado de tener sentido para convertirse en un elemento consumista más, porque hemos acumulado demasiado y ha perdido valor. Debido al consumismo desenfrenado, dejamos de ver al símbolo en la herramienta, pierde significado para ser sencillamente un objeto de ostentación más. Deja de ser «mágico». Deja de hacernos un «click» en la cabeza, esto es, deja de actuar como llave para lograr un cambio de conciencia. Deja de ser una herramienta para convertirse en un mal a combatir, el símbolo, en realidad, de una parte que odiamos de nosotros mismos como es la consumista. Deja de apelar, sobre todo, a nuestro Yo emocional, ese Yo que sale a flote cuando algo tiene valor sentimental.
Así que se deja de usar la herramienta, es más, ¡se la rechaza! Se pasa de un horror vacui a una iconoclastia feroz. La herramienta ya no vale para nada, mírala, si ni siquiera es bonita. Se quema, se tira, se destroza. Se la considera un mero asunto material en una vida espiritual que se supone no debería dejar lugar para cosas materiales. En ese sentido, nos volvemos un poco maniqueos.
Material no significa necesariamente menos espiritual, ni tener una herramienta lo es todo
Tenemos un cuerpo humano y sin embargo no se nos ocurriría decir que este cuerpo que tenemos es malo o perjudicial. Gracias a nuestro cuerpo, a su salud y vitalidad, podemos tener vida espiritual. De igual forma, las cosas materiales no son malas por sí mismas, tan sólo les hemos dado un significado y un valor. Pero las cosas pierden valor cuando las acumulamos indiscriminadamente. De ahí que se salte de acumular a rechazar.
Me gustaría hacer un llamamiento al pragmatismo. Si tenemos ya algo de «X» (por ejemplo, un athame) y no necesitamos otro, ¿para qué comprar un segundo? Puede que queramos probar con otra herramienta, pero, ¿y un tercero? ¿Para qué? ¿Realmente estamos coleccionando, o sólo acumulando? Y la cosa es, ¿dónde parar?
Si me pasara a mí, creo que pararía en el momento en el que viera que no necesito ningún objeto más de esa clase. No necesito cuatro athames, simplemente necesito una herramienta con la que estar a gusto: la tengo, la uso, y punto. Se puede vivir con sólo un athame, llevo años haciéndolo y no pasa nada, y para mí es una herramienta especial. Cuando se me olvida en mi casa no me echo a llorar, pero tiene un innegable valor sentimental. Cuando alguien me dice que es wiccano y que no usa herramientas, que se sienta en el suelo y que sin decir «ni mú» y sin moverse hace rituales con la mente, siempre me pregunto qué le ha llevado hasta ahí y qué pasaría si valorara las herramientas que tiene, empezando por su cuerpo y su voz. Si por un momento se parara a pensar que es un ser simbólico y que en realidad nada dice que tengamos que tener un altar sobrecargado o lleno de cosas, y si quizá no sería mejor ayudar a su mente consciente a conectar con su Yo más profundo con un buen símbolo lleno realmente de valor emocional, que apelara a su parte más profunda del subconsciente.
Y por otro lado, también creo que se ha identificado demasiado a la creencia de los wiccanos con la herramienta. Eso también lleva a acumular y a pensar por parte de algunos que la Wicca es sólo la herramienta, cuando la herramienta es un vehículo, un modo, un medio, pero no un fin. Por ese valor sentimental que tiene, ayuda, sostiene y mejora, pero tú no «crees en» el athame. Ni eres «más wiccano» porque tengas cuatro athames, veinte libros de sombras y cincuenta péndulos. A todos los que nos critican porque acumulamos, quisiera decirles desde aquí que la inmensa mayoría de los wiccanos que conozco (y son muchos) no somos así.
Personalmente abogo, como la mayoría de mis compañeros en el Arte, por un sencillo equilibrio simbólico. Práctico, barato y maravilloso. Y propongo que cuando algo no nos sirva, haya perdido valor o sencillamente tengamos ya muchos de ello, en vez de acumular, lo regalemos a otros amigos wiccanos y paganos que con la crisis no tienen medios para comprarse su péndulo, su varita, su bolsita de tarot o su incensario.
Ahí lo dejo…
Maravilloso post, Harwe. Me ha encantado.
Es una reflexión que estos días de vacaciones me he planteado en varias ocasiones y, efectivamente, creo que más de uno acaba lleno de chirimbolos mágicos que sólo sirven para llenar cajones y estanterías. Con uno basta, pienso yo.
Nuhmen.
El acumular se va a acabar! Aunque es facil caer en esa trampa llamada consumismo…
este post me ha hecho reflexionar bastante, una reflexión que me ha hecho sonreír recordando algunas cosas.
personalmente soy de la opinión de tener pocas herramientas en parte por que no es que suela tener mucho dinero para comprarlas aunque me hagan babear de bonitas que son y por otro lado por que al tener las justas la valoro mas, me hace sentir una relación especial con ellas. A esto se suma que me gusta fabricarme yo mismo las que me sean posibles, dedicar un momento de cariño a hacerlas y eso hace que las valore mas.
normalmente no soy consciente de todos estos matices pero este Post me ha hecho reflexionar sobre mis herramientas y mi relación con ellas.