A veces se antoja extraño que en un mundo urbanizado, que persiga el mito del progreso sobre todas las cosas, haya personas que vuelvan a la tierra y a las creencias paganas como modo de entender su relación con el mundo. Pensemos en un momento qué supone para un urbanita medio (ya que la mayoría de la población del mundo vive en ciudades) vivir en un mundo como el nuestro. Nos levantamos por la mañana, tomamos un desayuno rápido (si tenemos la suerte de desayunar con tiempo), nos envolvemos en una ropa que, especialmente con el frío del invierno, poco nos deja ver de nuestro entorno, y nos entregamos a la obligación diaria para volver al hogar unas horas más tarde tal como salimos.
Esta interacción con el entorno es nula: nuestro contacto más directo con el ambiente es la sensación de frío o de calor, el ver la luz a determinada hora o el ir vestido de una forma o de otra. Con este ir y venir de obligaciones, de falta de ocio o de ocio obligado, algunas personas se preguntan si no serán sus vidas un sueño en el que todos los días son iguales…
Es aquí donde entra la importancia del ciclo, el tener algo que celebrar, una vida que vivir. Ahí es donde las creencias paganas nos devuelven a la vida: a la sensación de estar haciendo algo más que dejarse llevar por la corriente, a despertar a la vida y a tomar las riendas de nuestra propia existencia.
Nos hemos olvidado también de que nosotros mismos somos seres naturales, nacimos de la naturaleza y no podemos vivir sin ella. Una de las maravillas que más han sorprendido a la humanidad, desde los albores de los tiempos, ha sido la naturaleza y su funcionamiento. Observar sus ciclos no sólo es natural, sino que resulta también esencialmente humano.
Concretamente la Wicca tiene mucho de conexión con el entorno: se tienen unos sabbats y unos esbats que se celebran para conmemorar estas festividades, para ayudarnos a conectarnos con esos ciclos, para hacernos partícipes del ciclo vital. No obstante, hay personas para las que esto puede suponer relativamente poco y que necesiten actividades especiales y complementarias para sentir ese paso del tiempo, para celebrar que seguimos vivos, sin necesidad de tener que desplazarse al campo, y que sean un complemento a la celebración de esos ritos. Como por ejemplo:
– Buscar una ventana al Este desde casa y observar la salida del sol y la salida de la luna. Si el baño de nuestra casa tiene una ventana al Este y no hay vecinos enfrente, darnos una ducha mientras nos bañamos en los rayos de la luna.
– Dar un paseo bajo la lluvia. Aunque recordemos que será necesario quitarnos la ropa empapada y darnos una ducha al llegar a casa.
– Darnos un baño o limpieza relajantes en luna menguante.
– Realizar limpiezas en profundidad de otoño o primavera como forma de renovar la energía del hogar. Están especialmente indicadas cerca de Mabon y Ostara. Sólo necesitaremos un cubo, una fregona, bolsas para deshacernos de lo roto/no usable, y bolsas donde guardar lo que vayamos a donar a la beneficencia.
– Realizar limpiezas del hogar cada luna menguante.
– Regar las plantas, hablar con ellas y plantar semillas al inicio de la primavera o inicios del otoño.
– Meditar antes de irnos a dormir y/o al despertar. Hacer una pequeña plegaria o un agradecimiento por cada día de nuestra vida.
– Fijarnos en la hora de la caída del sol, anotar semana a semana cuáles son los sutiles cambios que notamos en la cantidad de luz que recibimos.
– Dar un paseo, ser conscientes de lo que nos rodea, de la sensación de ir andando.
– Observar los árboles de la ciudad, preocuparse por su estado. Observar cuándo tienen lugar las podas en el lugar donde vivimos.
– Si eres mujer y estás en edad fértil, observar en qué fase de la luna tienen lugar aproximadamente tus ciclos menstruales.
Y sobre todo, ¡miremos al cielo! Nos ponemos alarmas, widgets y avisos para indicarnos en qué momento del ciclo lunar o solar estamos, y nada de eso hace falta. El cielo, el paso de las estaciones, en definitiva la naturaleza es la mejor alarma de todas.
Fuente: http://www.brigit.es
Me encantó. Es cierto lo de conectarnos con el entorno, observar y » reunirnos » con la naturaleza. Yo lo hago siempre que puedo para que cada día no sea » un día más «.
Harwe, en un documental sobre la dictadura de Francisco Franco decían que el general había impuesto en España la hora (GMT + 2) de Berlín, que también es la de Roma, para reforzar la alianza entre estos tres países que compartían ideología en los años 40.
Sin embargo, en verdad, la hora que al parecer le corresponde a la península Ibérica es la ( GMT +1 ) es decir, la de Londres.
A mí me sonó a cuento chino, pero ajusté el reloj al meridiano correspondiente por curiosidad, a las 15.30 en mi reloj son las 14.30 y la verdad es que estoy más cómoda en mi jornada diaria desde que cambié la hora. Es un poco absurdo, pero a mí me funciona.
¿tú qué opinas?
Pues si te sirve adelante, pero para mí no funciona. No creo que las horas de un reloj sean una forma de «conectar con los ciclos» porque las horas del día no son las mismas en verano y en invierno, con lo cual acotar el tiempo en horas estandarizadas es como ponerle vallas al campo. Tampoco tiene sentido que la «media noche» esté donde está ni sea el comienzo de un nuevo día. Casi todas las culturas consideraban el comienzo del día el anochecer y punto, lo de la «media noche» nos lo hemos inventado nosotros y casi siempre se hace por motivos comerciales, para impulsar el comercio con otros países. Creo que si se quiere conectar con el ciclo del día es más útil conectar con el amanecer y el anochecer.