No me avergüenzo de admitir que durante un tiempo me obcequé con la necesidad de poner consortes en los rituales a todas las Divinidades que se me cruzaban por delante. Incluso lo recomendé a mis alumnos hará como 5 ó 6 años. Habrá muchos de vosotros en esta misma etapa, y habrá quienes haga mucho, muchísimo tiempo que superasteis esto. Es como superar una etapa en la que la idea de estar completo va asociada al amor romántico, concepto decimonónico hasta decir basta, y que, como sociedad, llevamos muy a gala e impulsamos mucho. Para muestra, un botón: se sigue llamando a nuestro cónyuge «nuestra media naranja». Yo tuve que pasar por eso de considerarme una mitad de la naranja, a una naranja entera. Si mi marido no estuviera en mi vida, pues mi existencia sería diferente, pero seguiría siendo yo, y seguiría estando completa. Pues entender esto, en el ámbito divino, me costó sangre, sudor y lágrimas (y muchas horas de pensar).
En parte fue porque me habían metido en la cabeza aquel discurso tan manido de «la Wicca tiene el Dios y la Diosa» y yo lo había hecho mío y llevado al extremo. Y en parte porque tenía a mi alrededor voces que me decían que tenía que emparejar a los dioses con otra Divinidad del sexo opuesto porque sí, porque si no, el rito no estaba completo y podía venir un rayo y freírme (o vete tú a saber qué tipo de castigo divino o prueba podía venir). No lo veía, pero me estaba dejando influenciar por el miedo, y desde el miedo no se pueden hacer las cosas. Podía comprender que algunas divinidades, porque eran así de serie y por la mitología, eligieran no tener consortes en los ritos pero, por narices, el resto debía tener a alguien del sexo opuesto al lado durante los rituales y supuestamente era lo recomendable.
Elegir un consorte adecuado (que ésa era la segunda parte de todo el asunto) era más complicado si cabe. ¿Con quién emparejas a Hécate? ¿Con quién a Aradia? ¿Por qué había tradiciones wiccanas que decían que había que emparejar a Aradia y a Cernunnos, cuando no tienen nada que ver, pero a la vez esas mismas voces afirmaban que emparejar a dioses de panteones distintos estaba mal? ¿A quién demonios emparejaba yo con Brigit, si el matrimonio celta era una cuestión política, y no pega con Bres ni con cola en un ritual, aunque fuera su marido? ¿Por qué existían excepciones muy claras, pero no para las divinidades con las que yo trataba? ¿Por qué las Divinidades tienen que tener parejas del sexo opuesto, dónde quedaba la homosexualidad, por ejemplo?
Esto afectaba muy seriamente a mi devoción con Brigit y la entorpecía bastante, por no hablar de las explicaciones que tuve que dar como mentora, y que no se sostenían para nada en un «porque sí» o en la hipótesis del «rayo freidor de wiccanos y las pruebas divinas que surgen del cielo y te castigan cuando haces las cosas mal» (nótese el sarcasmo). Era como admitir que una mujer, o bueno, que un individuo, no puede ser tratado por sí mismo, un golpe duro a nivel ideológico después de lo mucho que yo había luchado por mi independencia como persona. No podía admitir que una religión de empoderamiento personal fuera tan estrecha de miras y retrógrada.
Pero afortunadamente estas crisis se superan. A día de hoy, pienso que necesitar un consorte para cada Divinidad es una pérdida de tiempo. Primero, porque hay dioses y diosas que son solteros, es decir, que no llegaron a emparejarse, y creo que devanarse los sesos en buscar un consorte, aunque sea un amigo o un hermano, para estos casos es un sinsentido. Pero es que incluso con Divinidades casadas (como por ejemplo mi patrona Brigit) también lo es. ¿O es que tú no te puedes tomar un café con una amiga sin que esté su marido delante? Pues esto es igual.
Pero es que voy más allá: la necesidad de un «consorte» o un «compañero» del sexo opuesto (tanto en dioses como en diosas) hace muy difícil la práctica, porque si nos basamos en la Mitología estrictamente, hay tanto escarceo y tanto problema conyugal, que al final sale más práctico tratar a las Divinidades por sí solas cuando nos dirigimos a una en particular. Y qué c***nes, a lo mejor quiero decirle una cosa a mi amiga Brigit y que no se entere su marido y todo el panteón irlandés, que esto es un ritual, no Sálvame.
Otra cosa es que en el ritual estemos invocando al «Dios» y a la «Diosa» como arquetipos. Entonces, si los queremos emparejar, pues vale, porque es práctico, no cuesta, no hay problemas, no hay que pensar en consortes perfectos. Para eso los wiccanos tenemos varios niveles de entendimiento de la Divinidad, más allá del politeísmo/dualismo. Porque somos más abiertos de miras que eso. ¿O no?
Excelente articulo yo también tuve ese mismo problema, gracias por compartir, saludo desde Venezuela.