El otro día estuve hablando con un alumno que me pidió ayuda para un asunto relacionado con la Tradición. Es una persona muy crítica (en el buen sentido), le gusta la exactitud y le gustan las cosas bien hechas. Le preocupa que sus cosas estén actualizadas y en orden. Me encanta que sea así. Hablando con él, me di cuenta de que hay demasiadas cosas de mi paradigma, que es mi Tradición, que he dado por sentadas pero con las que mi Yo de ahora no termina de estar de acuerdo. Ya me había dado cuenta de eso cuando hice una primera revisión de los materiales que doy en primer grado y empecé a ofrecer anotaciones y cambios y suplementos a ese nivel, hará un año más o menos. Sin embargo, no quería que el «sabor» correlliano se perdiera, si bien, sobre todo, no quería que la información no fuera exacta, y eso era lo que más me importaba. Ahora este chico se veía en la misma tesitura. Me vi impelida a echarle una mano.
Da mucho vértigo darte cuenta de que no estás de acuerdo con ciertas cosas, cuando es la rama de la Wicca que has seguido durante gran parte de tu vida. Es como ver caer parte de tu paradigma, pero también creo que es necesario hacer caer esos paradigmas de vez en cuando. Ante todo, entiendo que los materiales de estudio de mi Tradición se gestaron en los años 80, en un país como Estados Unidos. Yo soy española y vivo en la segunda década del S. XXI. Cuando esos materiales se estaban gestando, yo estaba naciendo. Me doy cuenta del cambio tan tremendo que ha tenido la sociedad, ya en mi país, y me doy cuenta de que probablemente las circunstancias que rodearon a la Wicca por aquellos años eran muy diferentes de las circunstancias que nos rodean ahora. Para empezar, el acceso a la información no era tan sencillo. Para seguir, no era una religión conocida en absoluto. Había una gran influencia del movimiento New Age, mucha más que ahora, y eso que ya hemos entrado, se supone, de pleno en la Era de Acuario. Muchísimos de los autores que eran famosos en los 80 fueron conocidos por inventarse algunas cosillas (en un ejercicio de «rellena los huecos, y como no hay información, échale imaginación»). Se han hecho muchos descubrimientos desde entonces hasta ahora. Y yo eso lo comprendo, claro que sí.
Pero nunca está de más hacer caer los paradigmas y darte cuenta de que caen. Sobre todo cuando, a veces, te ves obligado a aceptar que estás en una religión que es un trabajo en elaboración por parte de mucha gente, no sólo por tu lado, sino por el de otros muchos creyentes que aportan a la religión, y a tu rama en particular, mucho más de lo que a priori puede pensarse, a través de ese trabajo constante que todos hacéis a la vez. Si echo la vista atrás en estos casi 12 años de Correllianismo que llevo andados, me doy cuenta de lo muchísimo que hemos cambiado como colectivo. No sólo se ha trabajado en hacer caer paradigmas, de hecho ha habido ocasiones en las que nos hemos chocado contra el suelo de tanto caer y caer nosotros mismos. Que los materiales de Primer, Segundo y Tercer Grado necesiten un retoque propio, o una adaptación a los tiempos, o una adaptación a la cultura y a nuestra forma de aprender (los españoles no nos parecemos a los norteamericanos, pero en absolutamente nada), ahora que lo pienso, ya no me da tanto miedo. Es simplemente una forma de reflejar todo lo que hemos vivido juntos y todo lo que hemos cambiado. Da vértigo, pero no es por caer, es porque, como en el Tarot, después de la Torre y su caída, siempre viene la Estrella. Y con ella viene la esperanza, y el vértigo de mirar hacia arriba y sentirte pequeño en la vastedad del Universo. Da vértigo ver que tanto tú como otros seres pequeños que te acompañan, al final, estáis escribiendo la Historia de algo, como el que llena un lago gotita a gotita, mientras el Universo sigue girando. Y al final todo eso quedará para generaciones que tú nunca llegarás a conocer. Y dentro de unos años llegará alguien y considerará que su paradigma, que es el tuyo, ya no es del todo exacto, y lo cambiará ligeramente. Y así sucesivamente. Es hermoso, y también da miedo, pero así son los cambios. Eternos.