Cuando mi madre era pequeña salió al mercado una muñeca en España llamada Nancy. Sus creadores, la casa de juguetes Famosa, la creó para que las niñas españolas pudieran sentirse identificadas con la figura de otra niña. Nada de señoras voluptuosas, sino muñecas con las que jugar, a las que vestir y hacer vivir aventuras, y sobre todo que fueran muy castas y puras. Como heredera de una Nancy, aquella que usaba mi madre, me sorprendió ver lo plana que era la primera vez que la desnudé. Yo venía de un mundo de Barbies y Chabeles, que tampoco se quedaban atrás en idealización e irrealidad del cuerpo de la mujer. ¡Y del hombre! Porque también tuve un Ken y recuerdo quitarle la ropa y decir «¿pero qué es este bulto que tiene aquí este señor?».
Este pensamiento me vino a la mente el otro día cuando, por facebook, me compartieron una imagen de Brigit, la Diosa con la que tengo una devoción desde hace años. Fue quizás soez por mi parte, pero cuando vi el dibujo exclamé «¡Me gusta! ¡Tiene tetas!». Recuerdo que lo primero que dijimos cuando la estatua que tengo en casa para rendirle culto llegó, envuelta en kilos y kilos de papel de burbuja, fue que la Diosa tenía pechos, y bastante bien puestos. Brigit es una Divinidad que representa, entre otras muchas cosas, la lactancia. No importa lo pequeño que tenga el busto una señora: en cuanto se queda embarazada el pecho crece, y cuando se está produciendo leche el aumento es mucho mayor. Así que Brigit debe contar con un buen par de pechos para dar de mamar, porque es uno de sus atributos.
Habrá quien me tilde de «algo» por hablar abiertamente de los pechos de mi Diosa, porque parece que hablar de partes del cuerpo es poco pudoroso. Qué queréis que os diga, los pechos son una parte de la anatomía humana igual que el pene. Pero nos encanta pintar y hacer estatuas de niñitas púberes cuando nos referimos a Brigit, igual que obviamos los penes erectos de Dioses abiertamente sexuales. Se nos ha metido en la cabeza lo del ciclo y que los Dioses «crecen» con la rueda, y nos hemos olvidado de sus verdaderos atributos, y éstos son independientes de ruedas del año. Me acuerdo que hace unos años me dijeron que había una representación preciosa de Brigit en una tienda, y para mi sorpresa resultó ser una muñeca Nancy rubia vestida de blanco. Ya dije en su día que Brigit, como Diosa de la lactancia, poco tiene de doncella virgen. ¿Por qué esa manía de hacerla parecer una Nancy y presentarla tapadita hasta arriba como si fuera una monjita? Ninguna mujer puede dar el pecho con un jersey de cuello vuelto. ¿Por qué volvemos una y otra vez al estereotipo de la Brigit niña? ¿O del Cernunnos que más que un Cernunnos parece un efebo, cuando es un señor con su… cornamenta bien puesta, arriba… y abajo?
Nos resulta cómodo y respetuoso representar a Divinidades de forma casta porque es lo que nos han enseñado. Y sin embargo, nuestros antecesores, las culturas antiguas, sabían muy bien que los Dioses no tenían miedo ni de sus atributos ni de su desnudez. Y no digo que mañana pintemos a Brigit desnuda (vaya frío iba a pasar la pobre), sino de que reivindiquemos los cuerpos divinos y también los nuestros propios como sagrados. Nos han enseñado a odiar nuestros cuerpos y, por tanto, sentimos pudor por el cuerpo Divino. Es como una especie de vergüenza ajena, y es heredada de la cultura judeocristiana. Cuando en realidad donde más a gusto y feliz estás desnudo y mostrando quién eres es, precisamente, delante de tu Dios. ¿Acaso crees que tu Dios no estaría a gusto desnudo o mostrando sus atributos físicos estando delante de ti? Para pensar un poco.