En mi Tradición decimos que la Divinidad siempre se orienta hacia el Bien, y siempre busca experiencias que nos orienten hacia el Bien. Pero no se entiende esto como un «Bien» moral, sino como una lección, un aprendizaje, fruto de ese pacto personal que hacemos con nosotros mismos antes de nacer, y que nos lleva a aprender lo máximo posible de todas las situaciones. Incluso aquellas que no nos gustan. No me suele gustar hablar de mi vida personal más reciente, pero por un día haré una excepción para ilustrar cómo me ha cambiado mi camino a aceptar y afrontar ciertas partes de mí misma que, como a muchas personas en estos tiempos que corren, no me han sido especialmente favorables, y cómo y qué he aprendido de ellas.
Hace tres años que me mudé a Granada. Me encontraba muy sola cuando llegué, prácticamente dejé toda mi vida atrás debido a que a) tenía un sueño y una oportunidad y b) Sevilla, mi ciudad natal, era demasiado cara como para podérmela permitir. Sí, yo también vivo la crisis a pesar de ser sacerdotisa, como muchas otras sacerdotisas que conozco. Tuve muchas oportunidades al principio, como siempre que se comienza a hacer algo en un sitio nuevo, porque el cambio siempre inicia cosas pero no siempre inicia lo que tú quieres.
Lo malo de cuando apuestas a una carta como en mi caso, es que cuando la carta no es la ganadora, lo pierdes todo. Y así sucedió. El mes de junio del año pasado, 2012, me encontraba junto a mi marido en el Mercadona de mi barrio (para los que no viven en España, Mercadona es una cadena de supermercados de aquí), y de pronto me di cuenta de que teníamos sólo 5 euros para hacer la compra y nada que echarnos a la boca. Mi marido debatía internamente entre comprar leche, pan y demás, o comprar una bandeja de filetes. Fue un momento muy triste darse cuenta de que no teníamos dinero, justo cuando, además, salía por fin de una depresión en la que había estado durante 5 años. Es como salir del infierno después de un siglo y darte cuenta de que el mundo tampoco pinta muy bien que digamos. Te dan ganas de meterte en el pozo de nuevo y no salir. Tras unos días pensando, creo que me di cuenta de que eso lo había creado a partir de muchos años de dejadez de mi propia situación, pues había descuidado mi mundo al dejarme llevar por la desazón.
Así que no me rendí. Pedí ayuda a la familia, pedí ayuda a los amigos y pedí ayuda divina. Mi Diosa patrona es una «amiga Divina» y también me encomendé a ella. Como buena bruja, y sabiendo que puedo cambiar la energía a través de mi pensamiento y mi emoción, me dije a mí misma que si había podido salir de una depresión tan larga, un momento de carestía material era pan comido, así que me puse la mejor de las sonrisas y levanté la cabeza. Llené mi día de actividades que no implicaran gastar dinero (para qué engañarnos, tuve mucho amor, muchas pelis descargadas y mucho tiempo para ser y estar dentro de mí misma, meditando). Tenía la certeza de que todo saldría bien. Un domingo por la mañana, en un suceso que considero surrealista, alguien a quien no conocía pero conocía a alguien muy cercano me llamó para pedirme mi currículum, y en menos de un mes tenía trabajo. Brigit, mi Diosa patrona, es irlandesa. Curiosamente, el trabajo que encontré era para dar asistencia a un banco irlandés. Recuerdo llegar a casa tras un día de trabajo, sentarme frente al altar del Templo de Brigit y reír, reír, reír, como si ella me hubiera contado el mejor chiste de mi vida. Realmente tiene mucho sentido del humor.
Tras más de un año trabajando no me he hecho rica. No os voy a engañar: vivo al día y me cuesta llegar a fin de mes como a mucha gente, pero no tengo que elegir entre pan y filetes. Y además tengo la mejor amiga divina y la mejor familia y amigos que puedo desear. He aprendido que no sólo podemos contar con la familia y los amigos, sino que hay un Poder en el Universo que nos enseña y nos cuida, y que vive dentro de mí y se nutre de mis esperanzas y de mis sueños, y que nada es imposible si te lo propones. Eso fue lo que aprendí de aquella situación tan desagradable, que puede o no considerarse un «Bien» moralmente hablando, pero que a mí al menos me demuestra que cuando establecer una relación con la Divinidad, tanto con la que llevas dentro como con la personificada, es posible salir airoso de muchas cosas que por sí solos puede que nos costaran más.