Dioses y arquetipos

Supongamos que tienes una persona y unas cajas. Marcas cada caja con una etiqueta: «Metrosexual», «Hipster», «Friki», «Padre de familia clásico», etc. Te sientas a hablar con la persona un ratito, porque no le conoces de nada y, tras un breve encuentro verbal, metes a la persona en la caja que tú crees que le corresponde. Resulta que ese individuo no es de tu cultura, sino que se trata de un varón hindú, así que le has metido en «Padre de familia clásico», cuando resulta que tiene el colmo de conocimientos en belleza masculina de la India y se empeña en ir siempre arregladísimo según su cultura. Pero como ya lo has encasillado, ahora no quieres sacarlo de la caja. ¿Te parece justo? Apuesto a que no.

Pues esto que no nos parece justo, lo hacemos todos los días y a la gente le da mucha rabia que lo hagamos, porque no nos permitimos conocer bien a las personas. Y también lo hacemos con nuestros dioses. He llegado a esa conclusión después de leer mucho estos días sobre arquetipos.

A los seres humanos nos encanta encasillar y clasificar. Nos permite obtener una sensación de seguridad, de que sabemos a quién tenemos por delante por cómo viste o por cómo habla. Si nos paráramos a hablar y a intentar conocer a todo el mundo, sencillamente, no podríamos. Es demasiado difícil establecer relaciones profundas con todas y cada una de las personas que se nos cruzan por el camino, como para llegar a considerarlas personas individuales con características propias y que no encajan exactamente en ninguna de esas cajas que hemos preparado. O que la sociedad ha preparado para que encasillemos a la gente, porque los arquetipos y estereotipos son sociales y van cambiando conforme la sociedad cambia.

Sin embargo, encuentro arriesgado abusar de esto con los dioses, y ya hablé brevemente sobre ello en el artículo sobre las tres caras de la Diosa que escribí allá por 2012. Quienes me conocéis ya sabéis lo que pienso de la diferenciación entre Doncella, Madre y Anciana: creo que ni son las fases de la Luna (que, por cierto, las fases de la Luna tradicionales son cuatro, no tres), ni se corresponden perfectamente como «cajas» o «casillas» en las que meter a las Divinidades. Hathor, a quien he visto como Diosa doncella en multitud de textos wiccanos que rondan por la red, no es una doncella en tanto que está casada con Horus y tiene hijos con él, y lo mismo pasa con Afrodita (que de doncella tiene lo que yo de hermanita de la caridad, porque está casada y tiene hijos).

Por eso digo que es arriesgado abusar de los arquetipos. Son una herramienta útil, pero las clasificaciones que hemos realizado en los últimos años en el ámbito de la Wicca me parecen algo reduccionistas, hasta tal punto, que por hacer las cosas fáciles a la gente nos llevan a dejar a los principiantes en una falsa idea de conocimiento de esos dioses a los que hemos encasillado. Otro ejemplo de esta arquetipización es la clasificación correlliana del dios en cuatro arquetipos, de forma que entre los de la diosa y los del dios sean siete, como siete planos de la existencia, siete puertas por las que pasa Inanna hacia el Inframundo y siete Sephiroth tiene el árbol de la vida justo debajo de Daath. Estos encasillamientos se hacen con toda la buena fe del mundo y para que la gente aprenda fácilmente cómo son determinados dioses, pero es responsabilidad de las personas que nos dedicamos a escribir, en mi opinión, comentar que se hace como una introducción, que se hace desde una cultura ajena a la de los dioses que se clasifican, y que en ningún caso sustituye al conocimiento profundo y lectura comprensiva de los mitos en los que aparece esa divinidad.

Y quizá diréis, ¿por qué? ¿No se sobreentiende? Pues no. Si se trata a la gente como si no fueran capaces de entender el concepto de Divinidad, si se hacen arquetipos para que lo entiendan bien porque están aprendiendo, debemos también entender que no saben lo que no saben. Es decir, no saben más que lo que nosotros les estamos poniendo por delante, no saben que deben relativizar lo que les estamos diciendo si no se lo decimos explícitamente. Olvidarse de esta parte me parece una tragedia, porque al final eso crea la sensación de que la Wicca es una religión artificial como en ocasiones nos achacan, en la que sus creyentes ni siquiera saben a qué dioses están venerando, ya que ni siquiera se han metido en conocer los mitos. Los principiantes, los que no saben por dónde empezar, sólo leen lo que nosotros, quienes escribimos o quienes enseñamos, les ponemos por delante. Y ésa es una gran responsabilidad, creo que no deberíamos perderla de vista.

A Tiné, quien me pidió una crítica.

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