Ay, las musas

musas2En mi oreja suena una canción pop. Alguien se queja de su desventura amorosa. Al rato suena un joven cantautor que le canta al sexo de su amante, al momento lúbrico y crudo que prevé que suceda en el encuentro amoroso. Y ahí estoy, en medio de la música, embriagada de ella y hasta del sudor del cantautor, que le recorre al pensar en el paraíso de estar con la persona que reúne sus deseos. Sólo es música y se basa en sólo relaciones matemáticas entre tonos, pienso, y sin embargo, ¿por qué me produce tanto placer?

Y dicen que las musas se fueron. Que no hay nada nuevo bajo el sol. Yo lo digo mucho, de hecho. No inventamos nada nuevo, pero inventamos nuevas formas de vestir a nuestras musas, de cantar al ser amado, de hablar de temas, de crear. Antaño, nuestras musas iban con túnica o incluso desnudas. Hoy van vestidas de colores estrafalarios, algunas llevan diseños de prêt-à-porter, otras van de Chanel, porque hay artes que hay ahora y que no había en la antigua Grecia. En todos los casos, hay algo de ellas en el mundo. Cada edificio por el que paso en mi camino a cualquier parte, antes de estar ahí, estuvo en la cabeza de alguien y fue inspirado, probablemente, por una musa. Con más o menos eficiencia, con más o menos adecuación a su entorno, pero todo comienza con esa chispa que prende, con la intención de hacer arte de nuestras propias vidas. En definitiva, con el susurro de una musa en nuestra oreja. Esas musas, si nos pillan, que nos pillen trabajando, como dice una gran artista a la que conozco. ¿Es que hay otro modo de que le pillen a uno? Sí, muchas veces le pillan viviendo. La experiencia es una musa. Seguro que hay una musa a la que le gusta la vivencia.

Mi mp3 continúa su recorrido por las canciones de la lista. Una cantante famosa se queja de que no tiene inspiración, pero compone y canta una canción sobre ello. Queridas musas, ¿acaso una de vosotras se dedica al sutil arte de la ironía? Apuesto a que sí. Seguís presentes, aunque ya seamos pocos los que reparemos en vuestra presencia. Como Neil Gaiman cuando narró en su Sandman la captura de Calíope mientras se bañaba.

Ay, mis queridas musas, que despertáis a más de uno a mitad de la noche con la necesidad imperiosa de escribir, de narrar, de contar, de compartir. Sois mucho más que la inspiración y las artes, sois el motor del mundo. Y sin embargo ahí permanecéis, en un aparente segundo plano, haciendo materia la idea pura. Ay, queridas musas, muchos os han olvidado y en eso reside vuestro poder. Así podéis hacer bien vuestro trabajo. Apenas nadie se acuerda ya de vuestros nombres y, sin embargo, seguís haciendo posible lo imposible con tan sólo una chispa de imaginación. Seguís recordando a la Humanidad que, si puede imaginarlo, puede hacer que suceda.

2 thoughts on “Ay, las musas

  1. Cada dos semanas, celebramos en Atenas un ritual en uno de sus templos, ahi está el altar del grupo Labrys y ahí siguen estando ellas, danzando y dándonos a todos fuerzas para seguir, me has emocionado tu, con tus musas hoy. Gracias

  2. Jaja, mientras lo escribía estaba pensando «seguramente Dana me diría un par de cosas sobre las musas, ella que tiene mucho contacto con ellas», y aquí estás. 🙂

Comments are closed.