El premio de la extroversión

Me vais a perdonar que me ponga personal. Por enésima vez.

Llevo un tiempo dándole vueltas a mi propio mundo, intentando analizar la forma en la que veo el mundo para intentar entender cómo lo ven los demás. Vivo, pienso y actúo a través de mi propio discurrir de pensamiento. Necesito mucho tiempo para estar sola y meditar, necesito espacio y necesito distancia: soy una persona introvertida.

Ser introvertido, como le decía el otro día a un conocido que también se considera introvertido, no significa que seamos antisociales. Significa que necesitamos espacio, que la gente y el contacto seguido con las personas nos agota, y que necesitamos esos momentos de soledad para recargar pilas. No querer ser amigo de alguien a la primera o a la segunda no significa que ese alguien no nos caiga bien (a veces nos cae estupendamente, sólo que necesitamos más tiempo que la media para hacernos amigo de la otra persona). Ser introvertido tampoco significa ser huraño, porque los introvertidos somos igualmente capaces de pasarlo bien, sonreír, reír y salir de fiesta. Sólo que después de una juerga con los amigos te apetece meterte en tu propio mundo a meditar, a pensar, a leer, a disfrutar de tu propia compañía. A veces, en medio de un montón de gente, estamos serios y como ausentes, y las personas más dadas a la extroversión pueden interpretar que nos pasa algo, pero, ¡nada más lejos de la realidad! Es sólo un momento de desconexión momentáneo que, por lo menos a mí, sucede con cierta frecuencia cuando estoy mucho rato rodeada de gente. Sobre todo si es muy extrovertida.

Introversión tampoco significa timidez. Soy introvertida, pero no tengo problemas para hablar con el panadero, sacar la mejor de mis sonrisas ante la ventanilla del banco o liderar una reunión importante con un cliente en mi trabajo. No me siento intimidada por los desconocidos, improviso chistes estúpidos con facilidad y he aprendido a hablar en público, así que no creo que sea tímida.

Como buena introvertida, estaba el otro día en uno de esos momentos de soledad, de aceptación quizá de mi propia tendencia, y pensaba en lo mucho que se valora de la gente que sea extrovertida. O ésa es la sensación que tengo yo. Por ejemplo en la compañía para la que trabajo se organizan fiestas algunos fines de semana, o salida de equipo, o cena. Después de ver a mis compañeros, trabajar con ellos durante 40 horas semanales y hablar de trabajo la mayor parte del día, lo que menos me apetece es seguir viéndoles las caras después de la oficina. Sobre todo porque si lo hago tengo la sensación de que no he tenido suficiente «tiempo para pensar». Lo habéis adivinado: echo de menos mi momento de introversión.

Pero mi reflexión me sorprendió sobre todo al aplicar esta misma regla al Paganismo. En estos ámbitos, ser extrovertido también está bien visto, sobre todo en las redes sociales. Se ha desdibujado la línea entre lo que somos y lo que mostramos en facebook. A veces me parece que cuanto más extrovertido se muestre alguien, más «humilde» o «abierto» o «llano» se cree que ese alguien en las redes sociales. En cambio, los introvertidos podemos parecer «cerrados», «distantes» o «melancólicos», especialmente si en un determinado momento optamos por tener un momento de introversión. Pero creo que mis características como persona no me convierten en menos capaz de ser sacerdotisa, ni a mí ni a nadie que necesite tiempo para sí mismo sin contacto, aunque sea virtual, con otras personas.

Honestamente, creo que extrovertidos e introvertidos pueden ser excelentes sacerdotes por igual. Ambas tendencias, introversión y extroversión, están presentes en cada uno de nosotros, pero me aventuraría a decir que quizá haya una tendencia a pensar que el extrovertido es más auténtico, quizá porque lo muestra todo, o porque haga parecer que lo muestra todo (especialmente con el uso masivo de facebook). Pero en ningún caso creo que ser extrovertido o introvertido marque quién es «más pagano que», «más humilde que» o «más trabajador que», al igual que «más capaz de trabajo en equipo que» o «mejor padre que». Así pues, extrovertidos, valorad vuestro don de gentes y vuestra capacidad para estar con los demás, e introvertidos, valorad vuestra capacidad para ahondar en vuestro yo más íntimo. Creo que las personas conformamos un hermoso arco-iris y que no debe desdeñarse unas tendencias por sublimar otra. Ante la duda, siempre nos tenemos los unos a los otros.

Para Tiné y Nuhmen. Y para Dani, el único extrovertido al que permito que pase sin llamar a mi burbuja.

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