Liderazgo y grupos wiccanos

El otro día comentaba brevemente con una alumna muy querida lo que supone el liderazgo de grupos. Pero en este caso no fue como suele ser (yo dando apoyo y la otra persona siendo apoyada), sino al revés. Fue interesante por un momento el estar en el pellejo de la otra persona, la que necesita el apoyo, en lugar de estar en el sitio donde normalmente estoy, que es el de quien da el consejo. Mi alumna, que también es líder de un grupo, vino a recordarme las propias lecciones que yo he dado a otros.

Tener experiencia en el liderazgo de grupos paganos no siempre es sinónimo de saber ser líder en estos contextos. Principalmente porque no hay una ciencia exacta de lo que supone ser líder, aunque todos tenemos muy claramente en nuestra cabeza lo que queremos de una persona que dirija con eficiencia un grupo, ya sea en el paganismo o ya sea en una organización: el liderazgo suele ser más emocional que otra cosa. Y no siempre estás en las mismas condiciones emocionales. Para mí por ejemplo, los buenos líderes siempre me han motivado a hacer las cosas por mí misma. Ésa es mi idea de liderazgo y la que intento llevar a cabo, a veces con más éxito y a veces con menos porque soy humana y tengo fallos. No existe el líder motivador puro, existe una idea de liderazgo emocional pero tenemos que aceptar que mantenerse como un líder efectivo al 100% todo el tiempo requiere trabajo, ya no con el grupo sino consigo mismo. Quisiera compartir con mis lectores algunas reflexiones sobre cómo afectan las dinámicas de grupo a los líderes, y al revés, pero siempre desde el punto de vista de que, a pesar de que llevo muchos años en esto y tengo experiencia, puedo estar equivocándome en algunas de mis ideas, y de hecho me seguiré equivocando porque forma parte del aprendizaje.

1. Cría fama y échate a dormir. 

En todos estos años me he echado a mí misma fama de dura y de seria, fama que se ha acrecentado cuando algunos alumnos han llegado a decir a otros «eh, yo he estudiado con Harwe y mi maestra es durísima». Reconozco que no soy una hermanita de la caridad porque me gustan las cosas bien hechas, pero creo que soy una persona razonable. Sin embargo, me encuentro con que mi fama me precede incluso para gente que jamás ha visto uno de mis exámenes, algo que, honestamente, me hace mucha gracia. El otro día me decía una amiga, muy categórica ella, «es que tú eres muy seria», y no lo pude evitar, me eché a reír. Esto tiene cosas buenas y cosas malas: por un lado la gente se toma en serio mi trabajo y el Templo que dirijo, por el otro, parece que soy el león de la Metro, y nada más lejos de la realidad. Creo que he contribuido en gran medida a esa imagen, sobre todo porque al principio la necesitaba para dar una sensación de seriedad al Correllianismo en España, pero aclaro que no es para nada todo lo que hay de mí, y que en realidad soy bastante normal.

2. Siempre va a haber alguien que no esté del todo contento. Y también al revés.

Si eres inaccesible es que estás pagado de ti mismo. Si eres distendido, es que te tomas poco en serio. Siempre va a haber quien te critique. Y siempre va a haber alguien que te apoye, por supuesto. La gente debe tener su propia opinión y para ti mismo lo importante es que creas en lo que haces.

3. Tienes derecho a tener amigos dentro del grupo. Y a no ser amigo de todos.

El equilibrio a este respecto es complicadísimo de mantener, sobre todo porque en las relaciones en un grupo es inevitable que te sientas más cercano a unos que a otros. Por ejemplo en mi caso, tengo una relación de amistad desde hace años con una alumna de tercer grado, pero no la tengo con gente que acaba de entrar porque los acabo de conocer como quien dice. Hay gente que eso se lo puede tomar de forma personal porque no entienden que, conmigo, la amistad se gana, y que estar en un coven, un Templo o un grupo no necesariamente implica ser amigos del alma. Así que mi filosofía a este respecto es dejar que las relaciones se desarrollen con el tiempo. Soy de la opinión de que, si llamara «amigo» a cualquiera, le estaría quitando valor a la palabra.

4. Y a la vez, todos en el grupo son iguales.

Mi madre decía eso de «¿cómo quiero a mis hijitos? Queriendo al más pequeñito». Para mí, esto es un error. Aunque alguien sea tu amigo o le tengas aprecio, aunque desempeñe maravillosamente en sus funciones y tenga nivel «avanzado», esa persona, que es como el hijito mayor, también se merece que le hagas caso. Reconozco que he llegado a sentirme culpable con alumnos que me han dado la «tabarra» a pesar de ser bastante peores estudiantes, y les he acabado haciendo más caso que a gente más avanzada o con la que tenía mejor relación. Creo que todos merecen nuestra atención por igual, y en mi caso es un error porque suelo ser mucho más dura con las personas a las que presupongo un recorrido o una trayectoria, o simplemente porque tienen una relación más personal conmigo. Y en este caso reconozco que soy infinitamente más dura con los amigos a los que he enseñado que con gente a la que no conozco tanto. En este sentido, creo que ser consistente es fundamental. Pero serlo todo el tiempo es muy difícil.

5. Te va a hacer falta un collar de ajos.

Y no me refiero a que quieras hacer devociones con Hécate, sino a espantar «vampiros psicoemocionales». Me explico: simplemente por ponerte en una situación de liderazgo de grupos, siempre habrá quien quiera llamar tu atención cueste lo que cueste, y a veces con tragedias griegas de por medio. Mi consejo, y por experiencia: evita el drama lo máximo posible, porque esto a nivel emocional quema, y mucho.  Para ser un buen líder necesitas estar entero a nivel psicoemocional, porque no puedes motivar si no estás bien, y a veces influye la cantidad de dramas personales que te cuenten porque es natural ser empático y sentirse afín a los sentimientos de los demás. La mala noticia es que el drama suele llamar al drama, y una persona así lamentablemente en la mayoría de los casos acabará llevando su drama personal a tu vida, así que si eso te pasa sé asertivo: dile a esa persona cómo te sientes, muéstrate tal y como eres como ser humano. Puede pasar que tus sentimientos le importen un pimiento, porque algunas veces para este tipo de gente mantener su drama es lo más importante porque es la forma de llamar la atención que tienen. Intenta no tomártelo de forma personal: es lo que han aprendido que les funciona, no tiene nada que ver contigo. Vale, sé que es difícil. 😉 Y esto lleva al siguiente punto.

6. La compasión no es lo mismo que la piedad.

La piedad se parece a la lástima, se da cuando estás en una situación de superioridad. La compasión se da en una situación de empatía, en la que las dos personas se consideran iguales. La lástima/piedad no es un buen baremo para dejar entrar o permanecer a una persona en un grupo. Por mucha lástima que te dé alguien, por muy dramática que sea su vida, debes pensar que todos tenemos problemas y nadie es más importante que otros, y en última instancia sólo la persona es responsable de esos problemas. Recuerdo que me contaron el caso de una persona con una total ausencia de habilidades sociales a la que mantenían dentro del grupo por «lástima», y que eso sacaba de quicio ya no sólo a quien dirigía el grupo sino también al resto de los miembros. No es humanamente posible mejorar la vida de alguien teniéndole lástima.

7. Lo de ser líder se basa en la autoridad moral, no en el poder.

Me hace gracia cuando consideran que soy «poderosa» porque tengo una posición x dentro de la Tradición Correlliana. En realidad no tengo ningún poder más que el de recomendar a alguien o apoyar un proyecto. Me gusta pensar que lo que tengo está basado en algo mucho más chulo, que se consigue a través del esfuerzo, y a lo que yo llamo «autoridad moral». Es parecido al «cría fama y échate a dormir», pero con trabajo de por medio. En el Correllianismo, no sé en otras tradiciones, se obtiene al trabajar como un condenado durante un montón de años y luego obtener por parte de tu comunidad el reconocimiento de esa autoridad moral, que te sirve para apoyar proyectos en positivo, es decir, para dar tu «apoyo» (llamado «imperio») y que otros puedan seguir trabajando montando sus grupos y sus movidas. En mi comunidad, la autoridad moral es lo que distingue a los líderes porque es una comunidad anglosajona creada en base al meritoriaje. Lo prefiero al clásico concepto de «poder», porque el poder tiene una connotación también negativa que, desde mi punto de vista, sería la capacidad para vetar determinadas acciones o personas. Cosa que ni hago ni me apetece hacer porque encuentro el poder mucho más volátil y peligroso que la autoridad moral, y porque no hay mejor respaldo que tu trabajo personal.

8. Tus propios sentimientos importan.

Y a esto se le suele llamar «inteligencia emocional», la capacidad para saber cómo te sientes. Si esto es beneficioso para cualquier persona, para alguien que lidia con grupos es una pieza clave. Creo que aprendes mucho más sabiendo cómo te encuentras en cada momento, llevando un journal de tu trabajo como sacerdote o Cabeza de grupo, que con cualquier libro sobre Wicca. Aprendes cuáles son tus reacciones y tus sentimientos. Yo ahora, por ejemplo, sé que estoy «vomitando» sentimientos en este post. Y lo necesito. Lo necesito para seguir adelante, para reafirmarme, para reconocerme, y por qué no, para ayudar a alguien igual que en los últimos días me han ayudado a mí. Mis sentimientos importan, igual que los tuyos que me lees, porque somos personas al fin y al cabo, y eso de ver las cosas como «entes» o «grupos» no tiene ningún sentido. Al final esto de llevar grupos no es más que tener un montón de relaciones interpersonales, pero a veces nos olvidamos de las relaciones intrapersonales, las que tenemos con nosotros mismos, la reflexión, el estar «hacia dentro».

En definitiva, creo que ser Cabeza de un grupo o de un Templo (como se llaman en mi tradición) es un ejercicio más de auto-conciencia que interpersonal. Al final se reduce a saber cómo te sientes y cuánto estás dispuesto a dar a cada persona, sabiendo que lo justo es dar a todos más o menos lo mismo, pero sin olvidarte de ti, un error, en mi caso, harto frecuente.