Humildad, humildad, humildad

Una persona muy querida para mí siempre cuenta una historia que personalmente me parece muy divertida. Resulta que hace muchos años había un sacerdote, un tipo importante de la Iglesia Católica en mi país, que comía en un hotel de lujo y mezclaba toda la comida junta (manjares por supuesto) para que «no le supiera bien». Según él, era una forma de ser humilde, pues así no disfrutaba del placer de los sabores de aquellas delicias. Luego se comía todo el plato, porque no era humilde dejar nada en él.

Otra amiga mía muy querida relata con frecuencia la frase «humildad, humildad, humildad» que replicaba un clérigo con frecuencia ante el cuestionamiento de sus afirmaciones por parte de otras personas. Con esto quería expresar que él tenía razón y los demás no, y por tanto él consideraba que había que recordar constantemente el hecho de que había que ser humilde para admitir que se estaba errado. Pero para los demás, no para sí mismo, pues el error siempre parecía ser ajeno.

No quiero descargar las iras de nadie contra la Religión Católica y menos la mía, pues ya sabéis cuál es mi visión de ella y el tremendo respeto que siento por los católicos, ya que éstos me criaron. Pero me hace gracia cómo se abusa del término humildad en general en nuestra sociedad, que en esencia es judeocristiana. Y curiosamente este término ya no sólo lo tienen los católicos, también los paganos. De hecho, la humildad se considera una virtud en la tradición correlliana y a mí a veces me preocupa el hecho de que se pueda abusar de ella incluso en una tradición en la que se aclara ampliamente el término «virtud».

Para nosotros los correllianos, la virtud se entiende como el punto medio. Eres humilde cuando no eres excesivamente modesto o pusilánime, pero tampoco cuando te jactas de ser humilde. Tampoco se consideraría humildad la falsa modestia. ¿Qué se entiende por humildad? Pues vivir normalmente, dándole al César lo que es del César, reconociendo tus logros y tus derrotas y considerándolas aprendizajes, ya está. O al menos es la enseñanza que yo obtengo de mi escasa experiencia con la virtud de la humildad. Por supuesto, no se exige de nadie que sea humilde, sólo se contemplan las virtudes correllianas como ideales de conducta, pero se comprende que las personas pueden (y tienen el derecho a) fallar porque forma parte del aprendizaje.

Así que en líneas generales lo que hoy me apetecía transmitir es que, aunque es una virtud y todo eso, en realidad le damos mucho bombo a eso de ser humildes, y no entiendo muy bien por qué, supongo que por influencia del Cristianismo. Es un punto medio para mí y para la tradición a la que pertenezco, así que creo que a veces lo seremos, a veces no porque estaremos más cerca de los extremos según la circunstancia, y ya está. El equilibrio perfecto es muy complicado, aunque sea lo ideal por supuesto, y somos seres humanos. Y también creo que quien es realmente humilde no dice que lo es, así el consejo que extraigo es que no os fiéis de quien dice que es humilde. Podéis tomar mi consejo o no, estar de acuerdo o no, pero eso es lo que yo he aprendido. Y por mi parte desde ya lo admito: no soy humilde en absoluto.

One thought on “Humildad, humildad, humildad

  1. Yo de tu tradición sólo te conozco a tí y a Yoko, pero en lo que concierne a los demas que se denominan a si mismos paganos, y en especial wiccanos, creo que precisamente lo que hay son demasiados egos XD

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