Ninguna vida es fácil…

… y a la vez, todas son sencillísimas.

Cuando alguien me cuenta lo difícil que es su vida, o lo dura que ha sido en el pasado, tiendo a pensar que esa persona posiblemente haya logrado sobreponerse a determinadas situaciones complicadas, o que al menos está trabajando en ello. Pienso esto porque me relaciono con personas que normalmente están embarcadas en algún tipo de trabajo espiritual, aunque soy consciente de que no siempre es así. No siempre se quiere salir de determinadas espirales y las razones son muy variadas, tantas como personas y circunstancias hay, así que no entraré aquí en ello ni es mi intención juzgar la posición vital de nadie.

Tanto salir de esas situaciones y sobreponerse, como no hacerlo, creo que depende de cada uno. Todas las personas tienen derecho a hacer lo que quieran, y todos tenemos derecho a decir «salgo» o «no salgo» de una situación dada. Sobre esto podría decirse que las cosas suceden y ya está. La vida no es buena ni mala, bueno y malo, positivo o negativo, son «apellidos» que les ponemos desde un punto de vista cultural a las cosas, pero que no se corresponden con la realidad. Las personas tampoco son buenas o malas. La vida sencillamente es. La energía sencillamente es. El universo sencillamente es. Y por tanto, yo, tú, él, nosotros, somos. No creo en dicotomías que llevan a encasillarnos o que buscan una perfección inalcanzable, como «miedo – amor», «odio – amor», «rencor – perdón», «bueno – malo», etc. Creo que somos perfectamente imperfectos y no podemos guiarnos mediante exigencias ajenas o propias de ese estilo, ni medirnos por esos raseros, no sólo porque son unos estándares muy complicados de llevar, sino porque también considero que no se ajustan a la realidad. Me parece que si por un momento dejáramos a hacer afirmaciones del estilo de «soy amor» y las transformáramos en «yo soy», ganaríamos enteros en cuanto a tranquilidad y honestidad para con nosotros mismos.

De ese existir de las cosas del que hablaba arriba, libre de imposiciones y de juicios de valor, creo que podríamos sacar que estamos aquí para vivir y morir y reunirnos con aquello de lo que procedemos (y aquí hay cantidad de teorías, según las creencias de cada uno). En cualquier caso, en esta existencia creo que puede haber cosas que más o menos nos gusten y que son vivencias de las que podemos aprender. A partir de esas vivencias vamos tomando decisiones y conforme a esas decisiones creamos más vivencias y así sucesivamente. Conforme a esas vivencias de las que vamos aprendiendo vamos creando nuestra realidad.

A esto llegué hace mucho, pero la revelación de los últimos dos años ha sido la definitiva (hasta el momento): el derecho a equivocarse. A esto me refiero arriba cuando digo que somos perfectamente imperfectos. Todos sentimos en algún momento que nos hemos equivocado. Todos hemos tomado decisiones y todos hemos sentido en algún momento la presión social por no poder equivocarnos, porque estaríamos fallando. La buena noticia para mí fue no que podamos equivocarnos, sino que debemos hacerlo para poder aprender.

Así pues, en mitad de equivocaciones propias y ajenas, seguimos viviendo. Hay personas que se aferran a eso y hay personas que lo dejan ir, e incluso depende de la situación y la circunstancia podemos elegir una cosa u otra. La mayoría juzgamos a los demás según nuestros ideales de comportamiento, un juicio interesante que probablemente nosotros no pasaríamos. Hay personas que se encuentran en situaciones que consideran difíciles y que hablan de sus vidas a los demás en busca de consejo, y ante eso yo siempre contesto lo mismo: que ninguna vida es fácil, pero que dependiendo de la perspectiva lo difícil se puede convertir en sencillo, tan sólo si sabes cambiar la forma de mirar tu propia realidad, fijándote en tus aprendizajes. Creo que cuando haces eso, en cierto modo haces alquimia vital. Y no siempre sale, ojo, pero en los momentos en los que lo he conseguido he dejado de preocuparme para centrarme en vivir. Creo que ser wiccano, brujo, chamán, o cualquier otra corriente espiritual que se considere transformadora, es conectar con esa capacidad que tenemos para cambiar nuestra realidad, nuestro universo y a nosotros mismos, para poder centrarnos en vivir y en ser.

PD: No me considero poseedora del sentido de la vida, pero desde que me he relajado con el tema de las perfecciones soy infinitamente más feliz.